Las elecciones legislativas danesas de mañana se anuncian reñidas entre el centro-derecha, en el poder desde hace seis años, y la oposición de izquierda que progresó en los sondeos en los últimos días de una campaña dominada por el tema de la inmigración.
El gobierno liberal-conservador de Anders Fogh Rasmussen y su aliado parlamentario, el Partido del Pueblo Danés (PPD, extrema derecha) tienen una pequeña ventaja. Las encuestas publicadas el lunes, un día antes de los comicios, les otorgan entre 86 y 89 escaños, contra 80 a 83 para la oposición,.
Dos de los cinco sondeos del lunes (Gallup y Megafon) llegan incluso a conceder respectivamente al bloque de centro derecha 88 y 89 bancas en el parlamento unicameral, donde la mayoría es de 90 legisladores.
Uno o dos votos de los territorios de ultramar (Groenlandia y las Islas Feroe), que disponen en total de cuatro escaños, bastarían para que la coalición gubernamental se mantuviera en el poder.
Por otra parte, Fogh Rasmussen puede contar con el apoyo de un nuevo partido de centro-derecha, la Nueva Alianza, para ampliar su mayoría parlamentaria.
El primer ministro saliente, de 54 años, había decidido convocar a las legislativas con 15 meses de anticipación contando principalmente con la economía floreciente, un desempleo históricamente bajo y finanzas públicas excedentarias.
La Nueva Alianza cayó en los sondeos desde comienzos de la campaña y obtendría entre 5 y 7 curules, según las encuestas del lunes, «pero eso sería suficiente para garantizar la superviviencia del gobierno de Rasmusssen», declaró a la AFP el politólogo Soeren Risbjerg Thomsen.
Sin embargo, los analistas manifiestan dudas sobre la coexistencia a largo plazo como aliados parlamentarios de la Nueva Alianza y del PPD, cuyas posiciones son completamente antagónicas.
La extrema derecha, el tercer partido político del país, no forma parte del gobierno danés, pero es su aliado imprescindible desde 2001. Defiende un credo ultranacionalista atacando a la inmigración de origen musulmán.
Rasmussen hizo campaña fundamentalmente basándose en su balance económico, llamando a los electores a «renovar su confianza en un gobierno que aportó una estabilidad económica durante los seis últimos años».
Su rival, Helle Thorning-Schmidt, la carismática presidenta del partido socialdemócrata, también tiene probabilidades de lograr la victoria, según los analistas, debido al número de indecisos (entre 10 a 20 %).
Thorning-Schmidt, de 40 años, basó su campaña en la defensa del Estado providencia, la piedra angular de la socialdemocracia, insistiendo en que estas elecciones son «una elección entre la protección del Estado providencia, que está en decadencia, y las disminuciones de impuestos» preconizadas por la derecha.