El ataque rabioso


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El pasado mes de mayo publiqué un artí­culo nombrado “La irreverente propuesta electoral conservadora”, y en él describí­a los fundamentos que apuntalan la proposición de Patricia de Arzú del Partido Unionista. También anticipé la posible reacción de los medios, de los intelectuales “progresistas”, de los “analistas” polí­ticamente correctos y de todos aquellos a quienes les arderí­a la irrupción de una verdadera opción conservadora.

Mariano Rayo

 


Y no me equivoqué, conforme avanza a su fase final el presente evento electoral, los ataques a las posiciones conservadoras sustentadas por Patricia de Arzú, se han multiplicado y se han vuelto más virulentos. Se han creado perfiles y fanpages en las redes sociales de ataque y difamación en contra de Arzú. Ante la falta de argumentación seria, los “analistas” tratan mediante la burla y socarronerí­a, desacreditar, incluso deslegitimar, las posiciones conservadoras propuestas que se promueven y defienden. Se ha llegado al extremo de ignorar de manera premeditada, por parte de los medios, las actividades proselitistas de la candidata. Y si lo anterior no fuera suficiente, algunos medios y organizaciones sociales, quienes pagan y diseñan encuestas, para después publicarlas, han omitido su nombre y/o sí­mbolo partidario en las boletas de encuesta, induciendo el resultado que se publica.
Hay otro fenómeno que le aplican los medios a la candidata del Partido Unionista, por supuesto no sólo a ella, pero en particular a ella, su omisión o no invitación a foros o debates que se organizan. Esta situación que ya se evidenció en las elecciones pasadas, sobre la decisión unilateral y discrecional de no invitar o convocar a todos los candidatos o binomios presidenciales, está acentuando la banalidad del proceso electoral. Se privilegia invitar a quienes más pagan publicidad y propaganda, y que por ello se encuentran en el “top of mind”. Acá se sobrepone el mercadeo polí­tico y politiquero, al debate de ideas.
Resulta contradictorio que se insista sobre la necesidad de debatir propuestas, que se critique la superficialidad de la campaña polí­tica, pero en un acto de discriminación, se margine de la participación a todos los candidatos legalmente inscritos.
Peor aún, ahora se invita y se permite a participar en foros y debates a quienes aspiran a ser candidatos o son precandidatos, a quienes las leyes les imponen restricción de participar o incluso les prohí­be participar en las elecciones, pero a quienes el Tribunal Supremo Electoral ya les reconoció, en ley, su condición de candidatos, se les discrimina y no se les permite intervenir en igualdad de condiciones.
No estoy de acuerdo con el criterio que se invita sólo a quienes “encabezan” las publicaciones de opinión o son “populares”, porque entonces pronto veremos invitaciones a Fariñas, Marroquí­n, el Smiley o El Chamalé.
Nuestras autoridades electorales ya reconocieron 6 binomios presidenciales, y aunque no sean de nuestra simpatí­a, estos son quienes poseen las calidades y cualidades que la ley impone para participar en las elecciones. Quienes no han sido reconocidos e inscritos legalmente, o actuaron en fraude en ley para participar, no pueden ni deben ser tratados en igualdad con quienes sí­ cumplen o han cumplido con nuestras leyes. ¿O significa que hay una doble moral por parte de quienes promueven encuestas, foros o debates?
Retomando el tema del ataque a la verdadera propuesta conservadora, no dudo que la razón principal del mismo es porque Patricia de Arzú le está arrebatando a la izquierda, a los “progresistas”, a los “iluminados” lo que por mucho tiempo consideraron que era su dominio,  ser la únicos que-quieren-cambiar-las-cosas, y se adentra a debatir allí­ donde los movimientos polí­ticos se alimentan de ideas. No se trata de elucubrar sobre la verdad de las cosas, sino de hacerla triunfar: “Me esfuerzo en recuperar los principios y, como Demóstenes, suplico a mis conciudadanos que sean conscientes de la situación”.
De eso se trata: de despertar conciencias dormidas y/o acostumbradas a ir cediendo terreno a teorí­as disolventes sin tener nada con qué refutarlas ni con qué sustituirlas.
Hoy hay una propuesta conservadora polí­ticamente irreverente, y aunque sea sujeta de ataques y sea sujeta de insidia, avanza y se consolida.