Con un claro mandato, la presidenta electa de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, enfrentará los desafíos de una inflación creciente -un tema prioritario en el escenario interno- y de mejorar las relaciones del país con el resto del mundo. La senadora de 54 años se consagró el domingo con 45% de los votos, como la primera presidenta del país sudamericano electa en las urnas y su triunfo significó una virtual reelección de su esposo, el mandatario Néstor Kirchner, con los argentinos aprobando la continuidad de su gestión.
’Cristina’ -como la llaman sus partidarios- basó su campaña en los logros del Gobierno en lugar de profundizar sobre sus proyectos para el período 2007-2011 y ya electa señaló que su victoria fue un reconocimiento al mandato de su marido, durante el cual el país registró un vigoroso crecimiento económico de cerca de 45%.
Sin embargo, la primera dama deberá introducir algunos cambios tendientes a contener el alza descontrolada del costo de vida, uno de los problemas que más preocupa a los argentinos, y cuya medición oficial se encuentra bajo sospecha de manipulación, con funcionarios gubernamentales denunciados ante la Justicia.
Economistas del sector privado afirman que la inflación este año superará 15% anual, pero el Gobierno señala que ese guarismo se ubica en 5,8% en el lapso enero-setiembre de este año, y rechaza las acusaciones de manipulación del índice, que atribuye a dirigentes de la fragmentada oposición.
En el plano externo, el triunfo de esta abogada que se inició en la política durante su adolescencia generó expectativas de una mejora en las relaciones de Argentina con el mundo, en especial con Estados Unidos y con los países vecinos de América del Sur.
El presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, fue uno de los primeros mandatarios en felicitar a la presidenta electa, que manifestó su deseo de visitar el país vecino y destacó la buena relación que los une.
La elección de ’Cristina’ encendió una luz en la búsqueda de una solución al prolongado conflicto que sostienen Buenos Aires y Montevideo por la instalación de una planta de celulosa en territorio uruguayo, a orillas de un río fronterizo, que Argentina rechaza por considerarla contaminante.
El diferendo que se dirime en la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) provocó un fuerte desgaste en las relaciones entre Kirchner y Vázquez.
En Washington, el ascenso de la senadora peronista socialdemócrata también es visto con buenos ojos, aunque analistas indican que el gobierno de George W. Bush continuará atento al vínculo de Argentina con Venezuela, país ubicado en el centro de una tormenta por su alineamiento con Irán.
El influyente diario The Washington Post señaló en una editorial esta semana que ’Cristina’ debe tomar la «decisión crucial» de introducir cambios económicos para fomentar un aumento de las inversiones extranjeras en el país o continuar el rumbo populista, que atribuye al gobierno de su marido.
Entre los temas pendientes, la mandataria electa deberá pagar una deuda de unos 6.500 millones de dólares con el Club de París, entidad que exige algún tipo de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para llevar adelante la negociación.
La senadora deberá tender lazos con el FMI, con el que Néstor Kirchner rompió relaciones tras pagarle por adelantado una deuda por 9.500 millones de dólares, y al que señaló como uno de los responsables de la crisis económica, social e institucional que sacudió al país a finales de 2001 y 2002.
En su primer discurso como presidenta electa, la primera dama convocó a un amplio diálogo, lo que fue bien recibido por los dirigentes opositores y por la cúpula de la Iglesia católica, culto mayoritario en el país, enfrentada con el gobierno de Néstor Kirchner.
El sector empresarial respaldó esta semana la continuidad de un modelo de estímulo a la industria y la producción en Argentina, y se mostró favorable a un pacto social, que incluya a la central obrera mayoritaria CGT (peronista), propuesta lanzada por Cristina Kirchner en la campaña electoral.
Pero la presidenta electa deberá enfrentar los altos índices de pobreza (24,1%) y desocupación (8,5%) que registra Argentina, a pesar de la considerable reducción que tuvieron durante el mandato de su esposo.