Dentro del teatro guatemalteco, uno de los que más procuró acercarse a la vanguardia, sobre todo a las tendencias absurdas, fue Manuel José Arce (1935-1985), quien lució como poeta, pero cuyo legado teatral aún no ha sido bien asimilado en nuestro país.
Obras suyas como «Delito, condena y ejecución de una gallina» han merecido ser representadas en otros países con enorme éxito. Esta obra, cuya complejidad teatral es asombrosa, adquiere un matiz universal, ya que Arce logró codificar en símbolos constantes a lo largo del tiempo.
Otras obras más conservadoras, como «Sebastián sale de compras», también han asombrado por su postura política, vigente aún hoy día.
Sin embargo, su patrimonio «absurdo» aún no ha sido completamente decodificado. Entre ellas, su obra «Compermiso» adquiere tintes verdaderamente dramáticos.
Basándose en la repetición de frases, diálogos que al parecer son incoherentes, relaciones interpersonales absurdas, logra involucrar al espectador en un aura de incredulidad, para que éste cuestione sobre la realidad de las cosas.
Manuel José Arce ha sido ampliamente valorado como poeta, y en menor medida, como narrador. Sin embargo, su aporte teatral es fundamental para nuestro país, ya que él se constituye en uno de los renovadores de las tablas guatemaltecas.
Cuando el país se veía envuelto en un «embargo» cultural e intelectual, debido a la represión de la contrainsurgencia, las representaciones en los escenarios guatemaltecos se habían estancado en los clásicos y en comedias de salón y enredos.
Tuvo que participar, ciertamente, Arce, con otros actores y directores, para incluir las tendencias del teatro mundial a Guatemala. Sin embargo, aún falta rescatar estos aportes, pues, el teatro en Guatemala ha sido una de las artes menos favorecidas.