La dignidad de los ancianos


Mario Gilberto González R., Almerí­a, España. Otoño del 07.-

Por un proceso natural e irreversible, el ciclo de la vida se cierra con la ancianidad. Una etapa no deseable para muchos, porque la permanencia de la juventud se añora. Se entabla una lucha entre juventud y ancianidad y para significarla se dice: «Si la juventud supieses; si la vejez pudiese…» Si la juventud tuviese los conocimientos que da la vejez y si la vejez tuviera el impulso y la energí­a que da la juventud, qué de cosas grandes harí­a el hombre en cada una de esas etapas.

Los mejores frutos, se alcanzan con la vejez. El salmista lo pregona; «Aun en la vejez fructificarán; estarán siempre vigorosos y verdes.». La sabidurí­a popular se refiere a los «viejos reverdecidos». Es decir que no están marchitos, sino están en capacidad de ofrecer, los mejores frutos de su experiencia. Muchos son los ejemplos de quienes en la vejez, han producido y culminado sus obras maestras.

Proverbios reconoce que «la hermosura de los ancianos es su vejez» Es decir que, la vejez dignifica a la persona humana. Y para vivirla a plenitud, hay quienes han dado aliento de «Cómo llegar Viejo y que te guste…»

Mons. Lozano Barragán, ha dicho en la ONU, que «Los ancianos son la custodia de la memoria colectiva, tienen la perspectiva del pasado y del futuro en un presente que ya es eternidad y serenidad… su vida deberá converger en relaciones intergeneracionales, poniendo a disposición de todos el tesoro de su tiempo, capacidad, y experiencia, para mostrar los auténticos valores frente a las meras apariencias. Los ancianos deben ser considerados un tesoro de la sociedad y por lo tanto, se debe de «proteger su dignidad y su vida hasta su fin natural, proveyendo los cuidados paliativos».

¿Se aprovecha la riqueza de su experiencia para asesorar empresas e instituciones o servir de guí­a en muchas actividades? ¿Se les brinda atención médica sin caer en la idea de que es un favor o una limosna?, ¿Se respeta la dignidad de los ancianos? Me temo que no. Los choferes de transporte del servicio urbano, evitan que los ancianos hagan uso de ese servicio, si en lugar de pagar, muestran un documento de solvencia, que por su edad, merecen disfrutar. No es gratuito porque una institución cubre ese gasto. Aun pagando, son los últimos en abordar el autobús y adrede, frenan para que el anciano pierda con facilidad el equilibrio y sea el hazme reí­r el propio chofer y de los pasajeros. Atentan contra su integridad fí­sica sin importarles las consecuencias.

Con dolor leí­ en Prensa Libre del sábado 4 de agosto de este año, que un Centro Médico CAMIP- dizque para atender a jubilados y pensionistas, es un calvario, por el trato inhumano que reciben quienes requieren de esos servicios. La nota de prensa es más elocuente aun; «… y ese es tan sólo el principio del infierno que deben de pasar a cambio de que sus dolencias sean atendidas…» porque según la nota de prensa, el maltrato lo reciben desde el menor hasta el más alto empleado de dicho centro. Y es que aún prevalece la idea de que el mal servicio que se da es un favor o una limosna y que por lo tanto tienen que soportar cualquier humillación. En esas condiciones CAMIP, en una traducción simple quiere decir Centro de Amenazas a Mendigos, Indigentes y Pordioseros. Ese trato duele. Refleja que no hay humanidad para el paciente. Y los funcionarios y empleados no deben de olvidar que si tienen esa fuente de trabajo es gracias al aporte económico que esos «limosneros» aportaron en su vida activa y laboral. Que sean humildes y tolerantes no significa que dejen de ser personas. Me duele que para ser atendidos tienen que madrugar a riesgo de su salud. Permanece de bienvenida. ¿Y la organización?

La prensa se hace eco de ese trato inhumano a las personas mayores. La Hora en su editorial se ocupa del trato que los choferes dan a dichas personas sin que ninguna autoridad se ocupe de evitarlo.

Yo que he tenido necesidad de solicitar los servicios médicos y hospitalarios de la Seguriad Social, he sendito disminuir los efectos de mi quebranto, justo por el trato delicado de persona que se me brinda. Se me llama por mi nombre, se me brinda el servicio hospitalario requerido, se me extienden las recetas necesarias y se me dan todas las indicaciones pertinentes por los médicos o las enfermeras (verbales o escritas). Y por cualquier contingencia, me dan el número de teléfono al que debo de llamar a cualquier hora. Organización y respeto a la persona humana. No una limosna sino un servicio. ¡Qué diferente! ¿Verdad? Por esa razón me duele leer noticias como esas y saber que es cierto lo que denuncia la nota de prensa. Me pregunto ¿Se ha perdido el humanismo en Guatemala? Tengamos presente que «arrieros somos… «y que con la vara que mides…»