El fenómeno de Carlos Peña, triunfador por mérito propio en el concurso Latin American Idol, es una muestra de cuánta avidez existe en el país por encontrar héroes y motivos para sentir orgullo. Poco faltó para que el mismísimo Presidente de la República hablara del tema en su discurso ante las Naciones Unidas y hubiera sido posiblemente lo más edificante que pudo haber dicho porque se trata, sin lugar a cuestionamientos, de un éxito que da ánimo a una población que no tiene muchos motivos para celebrar y no como los otros «logros» presentados por el mandatario ante ese foro internacional.
El fútbol ha sido generalmente el elemento generador de esas ilusiones y esperanzas que unen a una buena parte de la población pero siempre terminamos con el desencanto y la frustración que aumenta los sentimientos que han ido condicionando a lo largo de muchos años el colectivo de la imaginación guatemalteca. Por eso es tan importante el resultado de ayer, puesto que contrario a lo que hemos tenido que experimentar una y otra vez cuando se sueña con algún triunfo nacional, el joven cantante se alzó con el triunfo y su éxito se siente como un éxito de todos los habitantes del país que encuentran un motivo para celebrar, para mostrar un orgullo especial porque el nombre de nuestro país alcanza una dimensión distinta a la provocada por las noticias que usualmente nos colocan en el primer plano de la atención internacional.
Siempre hemos creído que parte del trabajo que tiene que hacerse con nuestra juventud es devolverle el espíritu de un civismo basado en el orgullo de nuestra propia identidad nacional. Hoy en día existen muy pocos valores propios que puedan motivar a los jóvenes para alcanzar esos sentimientos y es importante que el liderazgo nacional, si es que existe, se ocupe de encontrar los motivos y razones que puedan exaltar entre las generaciones que vienen el más auténtico y puro orgullo por la patria.
La forma en que el público guatemalteco, de toda edad y condición, siguió este concurso es una muestra de cuánto necesitamos motivos para sentir el orgullo nacional. Y podrá considerarse que se trata de un evento altamente comercial que responde a intereses de las empresas telefónicas, pero de cualquier manera y al margen de lo que pueda haber atrás del concurso, lo cierto es que al menos la Guatemala que disfruta de la televisión por cable, se entusiasmó y vibró esperando el veredicto final.
Nuestra historia tiene valores dignos de ser exaltados que por desconocidos e ignorados pasan inadvertidos para una población que está urgida de encontrar sus propios héroes. A pesar de nuestra resistencia secular a reconocer méritos ajenos, debemos hallarlos para ir marcando hechos y vidas ejemplares que sirvan de motivación para cimentar ese orgullo que debiera ser mucho más permanente que el provocado por un esporádico suceso como el que ahora vivimos.