No iré a votar porque el sistema no funciona


Oscar-Clemente-Marroquin

Hace algunos meses que vengo meditando mi decisión para estas elecciones generales de septiembre y he comentado ya, con muchos amigos, que mi decisión final es no asistir a las urnas porque no creo en un sistema basado en polí­ticos que le venden su alma al diablo para alcanzar el poder. Lo nuestro dista mucho de ser un ejercicio democrático porque todo funciona alrededor de los intereses de los financistas de campaña y son ellos los que, al final, generan el único mandato que será cumplido por los electos que pasarán a ser, así­, mandatarios de los intereses de los financistas.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


Votar nulo significa que ninguno de los candidatos me convence y que por lo tanto repudio a todos con un acto deliberado en contra de sus aspiraciones. En mi caso siento que ello no es suficiente, porque yo no creo en un sistema de elecciones como el que tenemos nosotros y por lo tanto la única manera de no ser partí­cipe de esa farsa que algunos llaman democracia es mediante la rotunda y bien meditada abstención. Soy de la gente que se siente decepcionada por un sistema polí­tico que derivó en una verdadera pistocracia en la que las elecciones son un real mercado en el que únicamente cuenta el dinero que se tiene para hacer propaganda, recurso que no llega gratis y que a los guatemaltecos nos ha costado un ojo de la cara en los últimos perí­odos.
 
 Es patético que una de las expresiones más resobadas de nuestra polí­tica sea esa de que tenemos que votar por el “menos peor” de los aspirantes y no entendemos que el problema no está en los candidatos únicamente, sino en un sistema diseñado de tal manera que aun al más planchado lo convierte en un tí­tere inútil. Primero fue el poder oculto del Estado Mayor Presidencial el que se encargó de aniquilar toda virtud de quien llegaba al poder para exaltar sus vicios y defectos, pero ese papel siniestro lo juegan ahora los poderes ocultos que se encargan del financiamiento de las campañas para establecer, mantener o mejorar los privilegios obtenidos como fruto de la corrupción.
 
 No pretendo convencer a nadie, sino simplemente expresar mi convicción de que votar en estas condiciones es avalar un sistema que ya tronó, que no funciona, que está diseñado para que el paí­s siga por la misma senda, gane quien gane una elección porque el ganador está desde hoy secuestrado por los intereses económicos de quienes pagan los gastos de campaña. Careciendo de un sistema de partidos polí­ticos, lo que tenemos son grupitos que se organizan para servirle en bandeja el poder ya no al caudillito o al supuesto lí­der, sino a los vivos que lo rodean y financian en un sistema de apuestas bien elaborado, al punto de que ya hay varios que en esta elección empezaron su apuesta para la contienda dentro de cuatro años y acaso hasta para la que esperan que venga dentro de ocho años.
 
 Y todo cambio que tenga que hacerse en el paí­s tiene que pasar por el Congreso compuesto, precisamente, de la misma manera porque los diputados surgen también de ese tráfico de dinero que nunca será limpio porque sus intenciones siempre son sucias. Por ello estoy convencido que nuestro modelo no funcionó porque la democracia siempre ha estado secuestrada y el único que no se ha dado cuenta es el elector que cada cuatro años cifra sus esperanzas haciendo su cola para emitir un sufragio que no cambiará más que el nombre del mascarón de proa de un sistema podrido al que nos hemos ido acomodando dócilmente sin darnos cuenta de lo funesto que es para nosotros y para nuestro paí­s.