Me confieso indeciso con mi sufragio, en las presentes elecciones, para elegir presidente y vicepresidente de la República de Guatemala. Así como de no ser novato en estas lides, por cuanto que soy de la generación que, con nuestro voto, subimos al solio presidencial, al doctor Juan José Arévalo Bermejo, primer presidente de la revolución de 1944. Quien con su filosofía de «Socialismo Espiritual», dejó sentadas las bases del desarrollo de la Seguridad Social que comprende: Salud, Educación, Seguridad, Empleo, Vivienda, Protección Agrícola, y entre otras conquistas de los trabajadores: El Instituto Guatemalteco del Seguro Social, de cuyos beneficios vivimos los jubilados todavía. Fueron 10 años de primavera democrática, de un auténtico desarrollo y progreso del país.
Han transcurrido 53 años después de 1954, en la espera infructuosa de un retorno de aquella época. En 1985 hubo un paréntesis que con sólo el apellido Arévalo se pensó en algo positivo, pero el desengaño no se hizo esperar, y ante la realidad del hambre, la miseria y la pobreza que aún persiste después de tantos años; los países amigos en conmiseración de la gente, e ineptitud o indiferencia de los gobiernos de turno, empezaron a enviar millones de dólares. Pero coincidentemente, cada fin de período presidencial, surgían nuevos millonarios, elegantes mansiones, carros último modelo, casa de descanso en la playa y otros tantos lujos de gente conocida por el pueblo, que como hasta hoy, sigue en la pobreza extrema y con hambre.
Es evidente que los partidos políticos se conformaron en sociedades anónimas, en el negocio de la política, e invierten millones de dólares en los eventos electorales, escogiendo un candidato con carisma, buena oratoria y ciertos conocimientos de las necesidades del país, y con suficiente dinero; darle una imagen de líder a fuerza de publicidad en todos los medios, hasta que de tanto remachar en lo que más necesita el pueblo que son muchas cosas; con discursos, canciones y obsequios, despiertan alguna simpatía. Total que por muy vaga que sea su propuesta la gente le da su voto, aunque no crea en sus ofrecimientos, sólo por cumplir con su compromiso de ciudadano, pues es común escuchar decir, que: quede quien quede, si yo no trabajo no como. Todo ello no lo ignoran los comerciantes de la política, que juegan a la lotería con otros candidatos, soltando abundante dinero, porque saben que después del triunfo viene la recuperación de su capital invertido y sus generosas ganancias durante todo el período de gobierno de su presidenciable, como presidente electo, quien también entrará a formar parte de los intocables, nuevos millonarios. (El doctor Juan José Arévalo vivió y murió pobre)
Pero ¿quienes supuestamente son sus partidarios? ¿Quiénes los siguen, los ayudan en montar los escenarios de sus mítines? ¿A pegar su propaganda a todas horas del día y de la noche? ¿Quienes les aplauden, gritan y los defienden, aparte desde luego de sus familiares, amigos y vecinos?, sencillamente los miles de jóvenes desempleados, por la necesidad de un trabajo permanente en el nuevo gobierno. Por eso lucen la camiseta, insignias y banderas con el logotipo de su esperanzador futuro. De los miles de entusiastas espectadores del interior de la República, ya se sabe que cada visita de diferente candidato, es un momento de distracción, de curiosidad, y lo mismo aplauden y agitan los brazos, tanto por uno como por otro y, así mismo reciben el obsequio del candidato. Pero… quien engaña a quien. Total el voto es secreto. (Los inversionistas sólo esperan el resultado final).
¿Qué significa ESPERANZA? De la UNE: Utopía, algo intangible. Cimentar un proyecto de vida, de nación, en una premisa. Poner en concierto de duda la realidad. Es una base incierta en un programa serio para un futuro de nación; cuando se dice: «Mi compromiso es tu esperanza», ante una situación de esa naturaleza, como podría confiar mi voto en algo incierto.
Mano dura, promesa del Partido Patriota: Es una reiteración del programa del FRG de hace cuatro años, en cuanto a terminar con la violencia, casualmente de otro militar, el general Efraín Ríos Mont, que sólo quedó en promesa. También fue parte del programa de gobierno del general Miguel Idígoras Fuentes, (otro militar) con su mano de hierro, que al final le dijeron que fue con guante de seda, porque no la aplicó con sus colegas. Mano dura da la impresión de una disciplina de mando militar en todos los actos de gobierno, sin ofrecerla con la confraternidad de una mano amiga, en cualquier eventualidad. Mi voto es un legado de mano franca.
¡Que Dios bendiga a Guatemala! es una orden al Ser Supremo, porque así lo determina el doctor Alejandro Giammattei, como una orden presidencial, siendo todavía candidato. Los buenos somos más, pero no dice, buenos para qué. Mi voto tiene la fuerza que debe medirse de la misma manera con una propuesta consistente. La creencia en Dios está inmersa en la religión que la persona profesa. Ya lo dijo el Cardenal Rodolfo Quezada Toruño: No hay que mezclar la política con la religión.
En una contienda de candidatos financiados por millonarios, que en virtud de una MEGAPUBLICIDAD de los mencionados, y con encuestas de empresas de la misma índole, están ocupando los tres principales lugares, y no por sus méritos personales encausados en programas creíbles de gobierno, por falta de sinceridad y mesura. Es por ello difícil decidirse a otorgarles por medio del voto, todo el poder político y económico que buscan, y demás privilegios, rodeados de diputados que han desprestigiado al Legislativo. Por eso y para despejar el panorama, hace falta y es saludable un debate público, (no foro) de todos los candidatos a la presidencia, financiado por el STE, ahora con suficiente dinero, para que los guatemaltecos tomemos una decisión definitiva, para evitar el abstencionismo que se avizora, y el fracaso del Supremo Tribunal Electoral.