Moscú disfruta de nieve artificial


Lujo. Imagen de la cámara nieve, un nuevo invento para los moscovitas ricos.

En una ciudad como Moscú, conocida por el rigor de sus inviernos, la nieve artificial es el último capricho de una pequeña élite de capitalinos ricos.


Los industriales del sector mencionan el caso de varios clientes que se gastaron 200.000 euros (270.000 dólares) en la región de Moscú para adquirir el último accesorio de moda: una «cámara de nieve», alimentada incluso en verano por un sistema de fabricación de nieve artificial.

«Muchos se interesan, pero se espantan con los precios», admite Andrei Roudoi, director de la firma Sauna Luks.

Los compradores son «muy ricos, la mayorí­a hombres de negocios», explica Serguei Ragozine, director de la empresa rival, Eco-Sistema.

Dos elegantes y exclusivos centros moscovitas de estética y cuidados fí­sicos acaban de instalar las famosas «cámaras de nieve».

Su éxito se debe a un vieja tradición rusa, que sigue vigente, de echarse desnudo a la nieve saliendo del famoso «bania», el equivalente de la sauna.

«Es un cuento de hadas», comenta Liudmila Musatova, estilista de moda, mientras se dispone a penetrar en la «cámara de nieve» del club Kaskad.

Lo que seduce «es el contraste, el calor extremo seguido del frí­o extremo», añade Evgueni Anvarov, otro socio de este club situado en el centro de Moscú, que paga 3.000 dólares al año.

«Es excelente para la salud. Si el club no fuera tan caro, todo el mundo vendrí­a», añade.

El centro rival equipado con este dispositivo, el Rixos Royal Spa, se dispone a inaugurar una flamante «cámara de nieve» que completará una gama de servicios que comprende el acceso a una playa de arena.

Con un sueldo medio oficial inferior a 500 dólares en Rusia, no son muchos los que se pueden permitir estos baños de nieve estivales.

Ni siquiera el zoo de Moscú tiene los medios de garantizar frescor a sus cuatro osos polares, obligados a dormitar en medio del calor húmedo y asfixiante del verano boreal moscovita: el cañón de nieve comprado para ellos hace cuatro años que está averiado.

«Nos es imposible comprar una nueva máquina. El zoo no tiene suficiente dinero», explica Natalia Istratova, la portavoz del zoo.

Los moscovitas, en todo caso, no parecen muy afectados y piensan ya con animación en esa gigantesca pista de esquí­ artificial que es presentada como la mayor de Europa, con sus 360 metros de longitud, y que tiene previsto abrir sus puertas en septiembre, en pleno corazón de la ciudad.

Se necesitarán nada menos que 4.000 toneladas de nieve artificial para recubrir esa nueva pista, destinada a los esquiadores impacientes que no pueden esperar hasta la llegada del invierno.

Eco-Sistema ha sido la afortunada empresa que ha ganado la concesión para equipar a la pista con unos gigantescos cañones que le garantizarán nieve todo el año, con un «presupuesto de nevado» de diez millones de euros.

«El mercado crece de forma exponencial. Cada vez hay más gente que puede permitirse este tipo de cosas», se congratula el director de Eco-Sistema.

Este último incluyo ya anuncia la construcción de otras tres pistas artificiales de esquí­, que también funcionarán durante todo el año.

270.000 dólares habrí­an gastado varios cliente en Moscú para adquirir su propia cámara de nieve.