Esta fue sin duda una semana dura, previa a la que se anuncia como de alta conflictividad social por las protestas que ya se anuncian, puesto que además de la muerte hace ocho días del artista argentino Facundo Cabral, se lamenta la desaparición de tres intelectuales guatemaltecos de mucho peso, al margen de cualquier consideración ideológica, que murieron por causas naturales.
A Alfonso Bauer Paiz y a Francisco Villagrán Kramer se sumó ayer la del también abogado Luis Enrique Sam Colop, uno de los más destacados científicos sociales especializados en el tema indígena no sólo desde la perspectiva histórica y cultural, sino desde el punto de vista antropológico. Sam Colop era, además, uno de los más destacados y leídos columnistas de prensa, expresando dos veces por semana su criterio con respecto a la política nacional y los temas de su especialidad.
Pocos como él para interpretar y expresar la visión indígena ante nuestras realidades sociales y políticas y por lo tanto su muerte que podemos considerar como prematura dejará un vacío que no será fácil de llenar porque sus frescos comentarios trasladaban un enfoque muy peculiar desde una perspectiva que no tiene suficientes expresiones en nuestros medios de comunicación.
Somos un país en el que nos quejamos muy frecuentemente de la falta de valores, además de que no somos dados a reconocer a los existentes. Y lamentablemente en esas condiciones perder a tres figuras de la intelectualidad guatemalteca como las que hemos enumerado y que ahora lamentamos, parece ser demasiado para tan breve período de tiempo.
Las corrientes ideológicas de Bauer, Villagrán y Sam no eran coincidentes en muchas cosas, pero lo que sí tenían y demostraron los tres es un marcado patriotismo y un enorme interés por nuestra historia y por aportarle al futuro del país. No es, pues, una cuestión de ideologías la que hace lamentar las pérdidas, sino simple y sencillamente una cuestión de intelectualidad, de respeto a la gente que se esmera por trabajar por el país, que quiere lo mejor para su gente y que no tiene miedo a la participación y al compromiso. Eso es fundamental en un país donde tenemos que construir ciudadanía y donde hace falta tanta gente que se comprometa y que actúe para trabajar por el bien común y para edificar un modelo en el que se respete la dignidad de todos los seres humanos.
Perder a una persona admirada y respetada siempre duele, pero cuando se pierden tres de ellos en una semana el pesar se multiplica, sobre todo al pensar que nos hará falta tener esas expresiones claras y honestas sobre nuestra realidad. Descanse en paz Luis Enrique Sam Colop y ojalá más gente siga su empeño intelectual.
Minutero:
Ya anuncian las protestas /
que serán mucho más que molestas; /
ojalá tengan la decencia /
de no provocar más violencia