La construcción es uno de los sectores de la economía norteamericana que más se nutren con la mano de obra ilegal que llega de América Latina y es sabido que los guatemaltecos tienen un lugar especial porque son considerados como buenos trabajadores. Tras el huracán Wilma, en Florida, casi todos los contratados para reponer techos en casas y edificios eran guatemaltecos y en la comunidad se comentaba la eficiencia del trabajo, la dedicación mostrada y la rapidez con que se lograron reconstrucciones importantes.
Ahora otro huracán azota no sólo a Florida sino a todos los Estados Unidos y es el de la explosión de la famosa burbuja inmobiliaria; uno de sus efectos más sensibles es la crisis en la industria de la construcción, puesto que la baja de precios hace que se ofrezcan menos inmuebles nuevos y el mercado se empieza a saturar con los que están saliendo a remate a precios de quemazón tras detenerse el «boom» especulativo que marcó por lo menos los últimos cuatro años. Y, por supuesto, esa crisis tiene efectos colaterales que han de sentirse seriamente en Guatemala, porque si un porcentaje de nuestros compatriotas estaba enviando remesas familiares gracias a los sueldos devengados en la industria de la construcción, es muy probable que el flujo disminuya de manera importante en los próximos meses, afectando la aparente solvencia de nuestra economía.
Porque nuestra situación es sumamente vulnerable y frágil aunque ninguno de los políticos que se disputan la presidencia haya abordado el tema. La aparente solidez de la economía y hasta la cacareada reducción de pobreza en el país tiene como fundamento el esfuerzo de cientos de miles de guatemaltecos que emigraron a Estados Unidos y que envían mensualmente dinero a sus familiares. Las remesas superaron hace tiempo los montos del café, del turismo y son prácticamente el rubro más importante en cuanto a ingreso de divisas en el país, lo cual nos coloca en posición difícil si esa fuente disminuye significativamente.
Al problema de la construcción se suma también la política impulsada por Washington en contra de los migrantes, porque ello significa mayor persecución, además de dificultades para que se mantenga el flujo migratorio. Antes se decía que si en la economía de Estados Unidos había síntomas de catarro, aquí debíamos prepararnos para una pulmonía, pero eso era antes de que nuestra dependencia fuera tan crítica como lo es ahora con el tema de las remesas familiares.
Por ello es que el futuro gobierno tiene que tomar en cuenta que los expertos vaticinan período de vacas flacas en la construcción en Estados Unidos para al menos un par de años y sus efectos se han de sentir en otras áreas que también emplean a inmigrantes guatemaltecos. El huracán de la burbuja inmobiliaria puede enviarnos un coletazo que nos cause algo más grave que una pulmonía y en eso parece que ningún candidato piensa.