Cada vez las campañas políticas se vuelven más sucias y negras y la actual, en la que por vez primera se hace uso intensivo de la comunicación vía Internet está alcanzando quizá por ello una dimensión sin precedentes. En cualquier lugar del mundo la descalificación y el ataque anónimo forman parte de las campañas, pero en el caso de Guatemala es impresionante la forma en que el electorado toma en cuenta y se deja llevar por esas maledicencias sin sentido, lo que las hace mucho más determinantes.
Los últimos días hemos visto una proliferación de las campañas negras y lo único que podemos afirmar es que de aquí al día mismo de la elección las mismas subirán de tono. Porque las campañas negras no terminan cuando según el mandato de la ley deben cesar las campañas políticas, sino que cabalmente en esos momentos es cuando más se producen. Y anteriormente se dependía del volante para propagar rumores y lanzar ataques destructivos, pero actualmente con las facilidades que ofrece el colocar mensajes anónimos en la red de información digital, es de esperar que se venga un verdadero baño de porquería.
El uso de las campañas negras y su proliferación tienen mucho que ver con la actitud del receptor, puesto que si la gente entendiera que las denuncias serias se hacen por medios serios y de manera frontal, además de que tienen que ser oportunas para permitir el esclarecimiento de las acusaciones, seguramente que los que las diseñan abandonarían esa práctica. Pero como nuestro público es dado al chisme y a reproducir ese tipo de mensajes, la tendencia ha ido en constante aumento porque son demasiados los que con un simple «copiar y pegar» se convierten en reproductores de cualquier cantidad de infundios, no digamos injurias y calumnias.
Salvo situaciones muy especiales que tendrían que ser plenamente justificadas, cualquier señalamiento de última hora que se haga contra los políticos cae en la categoría de campaña negra porque habiendo tenido tanto tiempo para someterlos al escrutinio de la población, no se puede explicar que sea ahora cuando se sacan a luz varios temas que igualmente pudieron ser objeto de señalamiento oportuno hace varias semanas. Distinto sería el caso en el que se demostrara que no se tuvo previo acceso a la información y que, de todos modos, se brinde al señalado la ocasión para explicar o defenderse.
Cabalmente porque al final de cuentas el efecto de la campaña negra se logra cuando el receptor, en este caso el ciudadano, cae en el juego de quienes las propagan, es que debemos hacer un llamado a los guatemaltecos para que ignoremos todo lo que tenga visos de ser campaña negra, anónima e irresponsable con el único ánimo de desprestigiar a última hora. De nosotros depende el que esa práctica domine, puesto que si las tomamos en serio y reproducimos, seremos los culpables de la mayor degradación del sistema.