El fin de semana pasado, no solamente la izquierda latinoamericana sino que la Humanidad entera perdieron a dos verdaderos maestros y modelos. La muerte de Poncho, no por esperada, por su edad y por sus dolencias, dejó de ser dolorosa, como las manifestaciones multitudinarias en sus exequias fúnebres demostraron. Poncho, a quien con justicia se le aplica el poema de Otto René Castillo a “los de siempre†y a quien muchos consideramos como de los “imprescindiblesâ€, fue ejemplo de consecuencia revolucionaria y de ética profesional y política.
¡Qué mejor maestro pudieron tener las juventudes de varias generaciones, luchando contra el Estado sanguinario, manejado por el imperialismo al que tanto se enfrentó Poncho! Su pensamiento y su accionar antiimperialista se mostró en Guatemala, en Nicaragua y otras partes. En las largas jornadas de búsqueda de la unidad necesaria para la lucha revolucionaria, Poncho siempre marcó los hitos de la consecuencia. Sí, se podía ser amplio, flexible y dialogante; pero siendo fiel a los principios y a los valores del pueblo. Nos ha entristecido la muerte de Poncho; pero ha reforzado nuestra disposición a seguir luchando, cada día de nuestras vidas, por encontrar soluciones a los problemas de nuestras grandes mayorías.
La muerte de Facundo Cabral no solamente nos entristece, porque muestra a Guatemala como país atenazado por la violencia, sino que nos llena de enojo y repudio. Un maestro del mundo y apóstol de la paz que llenó de alegría y esperanza a los pueblos de América Latina, cuya vida fue segada, injusta e inexplicablemente, en un país lejano a sus orígenes argentinos, pero muy cercano a su corazón. Se encontraba en Guatemala para presentar sus conciertos de paz ante una juventud que busca, desesperadamente, en ese Estado fallido nuestro, algo en qué creer para el futuro. Estoy seguro de que esa juventud, que hoy está dolida e indignada, sabrá aprender de la muerte de este gran poeta y cantor.
¿Quién mató a Facundo? Se sugieren muchas respuestas; pero, es un acto del “crimen organizadoâ€. La ejecución nos recuerda los miles de compatriotas que fueron abatidos en nuestras calles y campos por los “escuadrones de la muerteâ€, invento del “crimen organizado†de entonces, que blandía el “anticomunismo†para “justificar†sus acciones. Ahora, al pasar de la guerra a la paz, se ha “privatizado†la violencia y se utiliza para perseguir intereses de poder, económicos, políticos y hasta pasionales. La explicación de que fue el narcotráfico y que el blanco no era Cabral, hipótesis plausible, no nos convence todavía. ¿Pudo haber sido un ataque a él, justamente por ser un vocero de la paz? ¿Se buscó desacreditar aún más al gobierno actual? ¿Fue un mensaje de la violencia organizada para fijar las reglas del juego para el próximo gobierno? Nuestro pueblo y la comunidad internacional exigen respuestas. Es más, exigen que el “Nunca Más†de la Iglesia católica, pagado con sangre del Obispo Gerardi, se haga finalmente realidad.
Facundo y Poncho, ayer dos seres extraordinarios y hoy dos pérdidas irreparables, han marchado juntos y con Guatemala en la mente. ¿Cuándo nos animaremos como guatemaltecas y guatemaltecos a seguir sus ejemplos? Ciudadanos y ciudadanas: ¡ya es tiempo de actuar!