Los Siete Dolores y Gozos de San José en el ciclo de la Navidad Guatemalteca.


Extraordinario nacimiento guatemalteco de talla anónima de finales del siglo XVII. En el conjunto destaca la figura del Señor San José. Imagen encarnada y estofada con laminillas de oro. (Colección particular). Tomado e la

Universidad de San Carlos de Guatemala

Al adentrarnos en el complejo universo de la cultura tradicional guatemalteca, encontraremos en el ámbito de la tradición popular religiosa, las expresiones colectivas que giran en torno a los acontecimientos relacionados con el nacimiento y los primeros años de vida de Jesús, según los enunciados de la fe cristiana, confesión profundamente arraigada en nuestra sociedad, como resultado del mestizaje a partir del siglo XVI. Significativos y perdurables han sido los aportes de los distintos grupos que han convivido en suelo guatemalteco, en su interacción con la acrisolada ritualidad maya, acumulada desde tiempos inmemoriales, cuyos resultados han logrado trascender hasta nuestros tiempos, sincretizados. En su dinámica de consolidación, las tradiciones populares religiosas han incorporado diversos elementos que las han enriquecido, mientras que otras especificidades, justificadamente o no, han sido desechadas y olvidadas a consecuencia de los cambios en las necesidades materiales y espirituales de las sociedades que las han producido, perfilando con estos cambios, la forma en que se presentan en la actualidad las formas de celebración popular en torno al ciclo de la Navidad, cuya temática nos ocupará en este espacio de análisis, la que abordaremos desde una perspectiva distinta, analizada a través de la dimensión del dolor que después se volcará en gozo, en el papel que le toco protagonizar en esta historia a San José.


Desde el punto de vista histórico, durante los tres siglos de dominación hispánica en Guatemala, gravitó la religión como elemento de cohesión, impulsado por la Iglesia con sus rituales dramáticos y espectaculares, su teatralidad en manos de los sacerdotes y las prácticas materiales, entre las que fueron comunes las procesiones, los ceremoniales realizados en público, la dramatización y los rezos piadosos realizados en espacios domésticos, con la finalidad de exaltar a personajes que se vieron sometidos al automartirio, la penitencia y el dolor que se transforma posteriormente en gozo y honor, consagrándolos como mediadores ante la suprema divinidad. Sin lugar a dudas, en Guatemala la conmemoración del nacimiento de Jesús y todo lo relacionado a este acontecimiento afecta a todas las generaciones, sin distinciones de ningún tipo, siendo su principal caracterí­stica la alegrí­a, el aspecto lúdico, la convivencia, la unión familiar y los buenos deseos. Sin embargo, también existe en ella la dimensión del dolor en torno a la maternidad de Maria y la paternidad de San José por las privaciones y humillaciones sufridas. Bajo ese concepto haremos deducible la figura de José, esposo de Maria y padre de Jesús, de profesión carpintero y artesano en general según lo afirmado desde el Siglo XIII por Santo Tomás de Aquino, quien lo describe como un hombre humilde y trabajador. Tomando en cuenta que un varón israelita debí­a contraer matrimonio entre los 18 y 20 años de edad, José debió ser un hombre joven. Las representaciones pictóricas de los artistas medievales, nos presentan a un modelo de hombre adulto casi senil, partiendo de los escritos apócrifos y los textos de la Leyenda Dorada, con la finalidad de representar la sabidurí­a y fortaleza de un hombre maduro. Al referirse a su genealogí­a, los hagiógrafos afirman que José es hijo de Jacob, otros señalan a Heli como su padre. La confusión surge de la aplicación de la Ley del Levirato, que obligó a Jacob, hermano por lí­nea materna de Heli al fallecer este, a ocupar su lugar ante la viuda desamparada, engendrando Jacob a José, por lo tanto José es hijo genealógico de Jacob e Hijo legal de Heli.

Citando nuevamente el mito surgido de las fuentes apócrifas, encontramos que el Sumo Sacerdote convocó a todos los jóvenes de la Casa de David que aspiraban a casarse, incitándolos a depositar su vara sobre el altar, por lo que serí­a elegido como esposo de la virgen Maria aquel que fuera el propietario de la vara que floreciera, elemento iconográfico infaltable en sus representaciones, siendo obviamente la de San José en la que se realizó el prodigio, celebrándose los desposorios en Nazareth. A partir de este momento Dios contaba con la ayuda de José para realizar sus designios pero necesitaba que el confiara plenamente por lo que en el oprobio del dolor serí­a puesto a prueba su carácter como hombre justo en estado de castidad.

La devoción a San José tiene su origen en los primeros años de la era cristiana, siendo contemporánea la meditación sobre sus Siete Dolores en el marco de su paternidad legal y amorosa sobre el niño Jesús, surge en Oriente y se extiende a Occidente. San José aparece referido en vestigios gráficos que datan del periodo paleocristiano, del siglo IV en adelante fueron escritos panegí­ricos por parte de doctores, prí­ncipes y santos de la Iglesia, entre ellos San Agustí­n, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo por citar algunos. En el llamado Siglo de Oro español, Santa Teresa de ívila, Doctora de la Iglesia, Segunda Patrona de la Universidad de San Carlos de Guatemala después de San Carlos Borromeo, logró adelantar la devoción al Patriarca, impulsándola fervientemente al designarlo Protector de la Casa Carmelita, colocando en todas sus sedes una imagen del Santo. Ya en el siglo XV se celebra con solemnidad a San José en muchas diócesis y en el Siglo XVI aparece en Occidente su Dí­a como fiesta de guardar. Ya en el siglo XIX el Pontí­fice Pio IX publicó la Bula Pontificia declarándolo Patrono de la Iglesia Universal y promovió la devoción de los Dolores de San José para redención de las ánimas del purgatorio. El Papa Gregorio XVI concedió el lucro de varias indulgencias del tesoro espiritual de la iglesia. Las oraciones y meditaciones en torno a la vida de San José y sus dolores permanecieron durante mucho tiempo solo en la memoria colectiva, siendo hasta el siglo XVIII cuando el librito de bolsillo o Novena sobre la Devoción a los Siete Dolores y Gozos de San José fue recopilada y escrita a mano por un sacerdote italiano discí­pulo de San Alfonso Maria Liborio, llamado Jenaro Sarnelli, impresa por primera vez en el año de 1744 en Europa, en donde fue conocida como Los Siete Domingos a San José, sin tener estipulada una fecha especí­fica. De Italia serí­a llevada a América por los viajeros y ermitaños que migraban al Nuevo Mundo llegando al antiguo Reino de Guatemala, traí­da por los padres Jesuitas quienes impulsaron su ejercicio durante los siete domingos entre el 2 de febrero y el 19 de marzo, tal y como consta en un documento impreso en la Nueva Guatemala de la Asunción, que data de 1780, realizado en la imprenta de Don Antonio Sánchez Cubillas bajo el titulo de «Devoción de los Siete Dolores y Gozos del Glorioso Padre y Patriarca Sr. Sn. Josef», en el cual sus coeditores, los Sacerdotes Jesuitas Juan Garcí­a y Francisco Nadasio explican los acontecimientos de la vida de San José, relacionados desde sus esponsales hasta que el niño Jesús cumple 12 años de edad, es decir los acontecimientos relacionados con la primera infancia de Jesús.

San José propuesto como modelo de virtud y obediencia en relación a sus sufrimientos debe visualizarse por el lector desde la condición de esposo y padre, al considerar los siguientes Siete Dolores: 1er. Dolor: La Duda de San José: «Estando desposado con Maria, antes de vivir juntos y sin haber consumado la unión, halló que su esposa habí­a concebido un hijo» 1er. Gozo: La manifestación del ángel: «En sueños un ángel se le apareció y le dijo: No temas recibir a Maria tu esposa, pues lo concebido en ella es del Espí­ritu Santo, dará a luz y llamaras al niño Jesús» 2do. Dolor: La transformación de la Gruta: «Cumplido el tiempo de la espera José no pudo proveer a su esposa de un lugar en donde alumbrar y al hijo de Dios un lugar digno en donde nacer». 2do. Gozo: La adoración del niño Jesús: «Fueron de prisa y encontraron a Maria y a José expectantes ante el niño puesto en un pesebre, los ángeles bajaron del cielo y cantaron «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra Paz». 3er. Dolor: La circuncisión del divino Niño: «José fue elegido para ser el quien propiciara el desgarro por primera vez de las carnes tiernas y rosadas del salvador, derramando con dolor su sangre y lágrimas». 3er. Gozo: La imposición del nombre de Jesús: «A José le correspondió imponer el nombre de Jesús y al momento de pronunciarlo por primera vez, los ángeles se postraron ante el niño para adorarle». 4to. Dolor: Jesús signo de contradicción: «Simeón lo tomo en sus brazos y le dijo a Maria, su madre, «Este ha sido puesto como signo de contradicción, lo que será para ti como una espada que traspasará tu alma» 4to.Gozo: Jesús luz de salvación: El sacerdote Simeón exclamó «Porque han visto mis ojos tu salvación, la que preparaste ante todos los pueblos, luz para iluminar las naciones». 5to. Dolor: La huida a Egipto y muerte de los inocentes: «El ángel llegó y le dijo a José «Levántate toma al niño y a su madre y huye a Egipto porque Herodes lo busca para matarlo» 5to. Gozo: De Egipto llamé a mi hijo: «Y estuvo allí­ hasta la muerte de Herodes para que se cumpliera la salvación según lo dicho por el profeta: «De Egipto llamé a mi hijo». 6to. Dolor: Temor por el reinado de Arquelao: «Al aviso del ángel para emprender el viaje de retorno, José teme por la posible venganza del hijo del rey Herodes debiendo desviarse en su camino». 6to. Gozo: Llegada a Nazareth: «El ángel le avisa a San José que debe retornar a su casita de Nazareth en donde se encontraba su taller de artesano en donde educó a Jesús en el oficio y en sabidurí­a». 7mo. Dolor: El niño perdido: «Lo buscaron entre la gente después de un dí­a de camino y no estaba, lo buscaron por tres dí­as y no lo hallaron.» 7mo. Gozo: El niño hallado en el Templo: » Al ingresar al templo escucharon su voz respondiendo y preguntando a los doctores por lo que lo llevaron a su casa de regreso». «De allí­ se corrió el velo del silencio y la trinidad terrenal se envolvió en la luz de la felicidad de su modesto hogar». A nuestro modo de ver las cosas, el impulso que recibe la veneración a San José en Europa durante los siglos XVIII y XIX tiene hondas repercusiones en América, difundida cuidadosamente por su estrecha relación con la Virgen Maria, cuyo estado era discutido ampliamente por los doctores de las órdenes franciscana y dominicana, es impulsada en Guatemala por parte del Ayuntamiento que autoriza en 1742 el los trabajos de construcción para su Iglesia, concluida en 1744, sin embargo por no contar con las licencias reales necesarias, el templo de San José fue cerrado y demolido parcialmente trasladando temporalmente su imagen titular a la Ermita de Santa Lucí­a, siendo hasta en 1759 cuando nuevamente se autorizan los trabajos que fueron terminados en 1763. Poco tiempo duró en servicio la obra terminada debido a la ruina de la ciudad por los terremotos de 1773, siendo trasladada la iglesia con su portentosa imagen titular al nuevo asentamiento de la ciudad, en donde se encuentra en la actualidad. Podemos suponer que en el marco de la celebración del Ciclo de la Natividad al estar vigente la meditación de los Siete Dolores de San José se enlazaba perfectamente la fiesta de la Purificación de Ntra. Sra. El 2 de febrero con el Dí­a de la fiesta de San José el 19 de marzo, extendiéndose el ciclo más allá de lo que se ha afirmado con anterioridad, haciéndolo trascender. Lamentablemente esta devoción a los siete dolores de San José ya no se encuentra vigente, probablemente por la transformación de la sociedad en el siglo XX, hondamente influida por los embates del expansionismo capitalista y las polí­ticas neoliberales que lo caracterizan en menoscabo de la conservación de la identidad guatemalteca y sus rituales sacralizados en el marco de la tradición y la religiosidad popular de la Nochebuena.