LA NAVIDAD EN LA CAPITAL DEL REINO DE GUATEMALA SEGíšN ALGUNOS CRONISTAS COLONIALES



Mario Alfredo Ubico Calderón

Universidad de San Carlos de Guatemala

La información de cómo era celebrada la Navidad en la í‰poca Colonial son escasos, máxime cuando se alude al siglo XVI, uno de esos escuetos relatos es el vertido por el cronista dominico Fray Antonio de Remesal quién escribió a principios del siglo XVII pero alude al año 1532, en efecto, en la Capital del Reino las autoridades del Ayuntamiento de acuerdo al Cabildo celebrado en 1533 se consignó que en la incipiente Capital: «…algunos vecinos de esta ciudad se van a sus pueblos a entender en sus haciendas, y en otras cosas, y se están en ellos sin venir a la ciudad a tener las Pascuas del año como son obligados…» fue acordado que ningún vecino debí­a ausentarse de la ciudad en esa fecha, lo anterior significaba que durante la Navidad y Resurrección no era atendido lo más importante que era la función religiosa en torno al magno acontecimiento, aspecto que siempre fue una preocupación de los religiosos y en este caso del gobierno de aquella época, sin embargo es de indicar que por ese año la ciudad ya estaba en el valle de Almolonga, aunque se cree que no habí­a prácticamente construcciones formales, por lo que las celebraciones debieron ser modestas aunque de gran significación.

El mismo cronista Remesal expone otro corto relato correspondiente al año de 1544 en el cual hace ver que viajaban por mar algunos religiosos dominicos procedentes de Santo Domingo con destino a tierra firme, sorprendiéndoles la Navidad en plena travesí­a, siendo interesante destacar que a pesar de las incomodidades de dicha travesí­a: «…celebraron los padres en la mar el solemní­simo dí­a del nacimiento del Salvador, lo mejor que les fue posible. Hicieron un altar en el camarón de popa en donde pusieron un Niño Jesús envuelto en heno, que lo hubo en la nao. Delante de él cantaron ví­speras y completas. Predicó el padre fray Tomás Casillas e hizo la absolución general que la Orden acostumbra este dí­a. En anocheciendo pusieron velas en el altar y repartidos velaron Niño hasta medianoche, parte del tiempo en oración y parte cantando himnos. A su hora se levantaron todos, cantando maitines y la misa del gallo, al amanecer la del alba; y hecho se fueron a descansar…».

El religioso irlandés Tomás Gage estuvo en Guatemala durante los primeros años del siglo XVII, y escribió como era celebrada la Navidad en aquellos lejanos tiempos así­: «celebran con mucha devoción la noche buena o Navidad y las Pascuas que le siguen; para esto construyen antes en un rincón de la iglesia una cabaña pequeña cubierta de paja en forma de un establo, que ellos llaman Bethlehem con una estrella cuya cola llega hasta el lugar donde están los tres magos de Oriente. En este establo ponen un pesebre con un niño de madera dentro pintado y dorado representando Jesús recién nacido, a un lado de él la Virgen y San José del otro, completando el cuadro con un asno y un buey que también están a los lados. Arreglado de esta manera los que representan a los magos se ponen de rodillas delante del pesebre y ofrecen oro, mirra e inciensos; los pastores vienen también a ofrecer sus regalos, los unos un cabrito, un cordero o bien leche, y los otros queso, cuajada y frutas. Se ven allí­ representados los campos con mandas de ovejas y cabras, y alrededor de la casilla que representa el establo hay muchas figuras de ángeles con velos, laúdes y arpas en las manos, lo que atrae una infinidad de indios a la iglesia, cuyas representaciones les agradan mucho…».

Interesante resulta la información vertida por el cronista franciscano Fray Francisco Vázquez quién habla en su «Crónica de la Provincia del Santí­simo Nombre de Guatemala» de la vida de un religioso también franciscano quién habí­a sido confesor del Santo Hermano Pedro llamado Fray José de Moreira muerto en el año 1666, del padre Moreira dice que: «…fue extremadamente devoto del nacimiento de N. Salvador, y de las personas de la Trinidad venerable de la tierra, Jesús, Marí­a y José, devoción que desde niño tuvo en el alma, y procuró siempre comunicar a todos. Siendo maestro de novicios, hací­a poner la Pascua de navidad el misterio, y aficionaba a sus coristas y novicios a representarle, haciendo procesión la Noche Buena con la imagen de la Ssma. Virgen y de Sr. S. José, buscando posada, por las celditas del noviciado y levantando muy devotos y espirituales consideraciones, hasta llegar al oratorio del noviciado, donde tení­a prevenido el portalito muy curioso, y allí­ le dejaba colocado cuando iban al coro a maitines. Siempre era dí­a de Navidad para él, y el paso más tierno de su contemplación, y así­ tenia en su celda tres efigies pequeñas, que lo representaban, y el portalito y ovejitas, con la ternura de un niño, allí­ pasaba arrodillado lo más del dí­a y de la noche, y cuando querí­a hacer un agasajo grande apersonas espirituales, la entraba muy a silencio a la alcoba donde tení­a el niño, como si durmiese, y le guardase el sueño, y así­ no hablaba en voz alta sino como por señas, y poco pronunciadas las razones. El Hermano Pedro de S. José Betancur, que frecuentemente se confesaba con él, fue su heredero y secutario(sic) en esta ferviente devoción al nacimiento…».

Sin duda alguna es el Santo Hermano Pedro quién más vinculación tuvo hacia las fiestas de Nochebuena y Navidad, en efecto, el ya mencionado cronista Fray Francisco Vázquez cuenta que «…Desde que entraba el adviento, disponiendo su alma para la venida del Hijo de Dios en carne humana, poní­a en la copa del sombrero la Imagen de un pequeñito Niño Jesús envuelto en pañalitos muy limpios y ricas mantillas, que él mismo cosí­a y formaba de retazos de cambray y tela que pedí­a a los sastres…» .

Singular actividad era una procesión que acostumbraba el Santo efectuar la Nochebuena y salí­a del hospital de Belén, en ella iban los hermanos terceros y «…mucho concurso de gentes con infinitas luces en las manos, rezando el Rosario de la virgen Santí­sima con mucha devoción repartido por su orden entres coros; todos los sacerdotes atrás con la Virgen y delante San José, de camino, buscando de puerta en puerta albergue. Destaca sin duda que: «…Ponénse muchos altares en las ventanas con muchas luminarias, por todas las calles de esta ciudad de Guatemala, y así­ mismo van recibiendo a la Virgen y a San José con mucha música y festines en orden de este Misterio…», Fray José Garcí­a de la Concepción en su «Historia Belemitica» incluyó el testamento del Santo Hermano Pedro fechado para el 20 de abril de 1667, y allí­ se alude a dicha procesión así­: » Yten declaro que en la dicha casa está asentado por devoción celebrar el Nacimiento de Crhisto Señor nuestro como festividad tan solemne, y del titulo que ha de tener, y tiene esta Casa por llamarse Belén. El dí­a ví­spera de Natividad desde la oración que comienza la deseada noche buena, y tan feliz para nuestro remedio, se congregan muchas personas devotas, que llevando la Imagen de la virgen Señora nuestra, y del glorioso Patriarca San Josef en memoria de la llegada a Belén, por la Ciudad, y calles se trae en estación, repitiendo a coros el Rosario. ..» , nuevamente es el cronista Fray Francisco Vázquez quien expone que, «…La noche ví­spera de Reyes vuelve a salir otro rezado de los Santos Reyes, con las insignias de oro, incienso y mirra, y sale de otro barrio extendido, rezando el rosario de la Virgen Santí­sima, y caminando para Belén los Santos Reyes con una estrella de luces delante, grande, con una vistosa invención, que se levanta y se pone en las nubes.»; esto mismo está consignado en el ya mencionado testamento del Santo Hermano Pedro del siguiente modo: «…la ví­spera de los reyes en memoria de la adoración que hicieron al Verbo _Divino, se traen los Santos Reyes desde el Convento de la Merced a esta Casa repitiendo a Coros el Rosario…».

No cabe duda que con el pasar de los años la devoción por celebrar el nacimiento de Jesucristo se fue acrecentando y esas piadosas practicas sirvieron de inspiración para incrementar la devoción de muchas personas quiénes tuvieron en las actividades religiosas de los templos, especialmente en la «Misa de Gallo» el mejor de los momentos para conmemorar con alegrí­a el advenimiento del Salvador.