Irak, con su violencia y sus atentados constantes, se convirtió en un mercado creciente para las empresas brasileñas especializadas en la fabricación de automóviles blindados, originalmente concebidos para espacios urbanos.
En la medida en que las ventas internas parecen haber alcanzado un tope, las empresas brasileñas -que gozan de una experiencia impresionante en la industria de producir vehículos listos para enfrentar la violencia urbana- encontraron un nuevo nicho de mercado.
El mercado de vehículos blindados en Irak se mostró tan redituable que las empresas brasileñas están dando los pasos para aumentar su participación en el negocio.
Es el caso de la empresa High Protection Group (HPC), una empresa administrada por brasileños y que tiene oficinas en Atlanta, en Estados Unidos, para negociar más directamente sus contratos con el gobierno estadounidense.
El director de HPC, Mauricio Junot, dijo que el próximo año la región de Medio Oriente podría representar prácticamente un cuarto de todos los beneficios de la compañía, casi el equivalente a lo que la firma consigue con el mercado local.
«Estamos salvando vidas. Ese es mi objetivo», dijo Junot.
Junot admitió que la magnitud del peligro (y en consecuencia, el nivel de blindaje) es mucho mayor en Irak que en Brasil.
«Tenemos en Irak unos 350 vehículos, pero entre 80 y 85 de esos vehículos han sido destruidos. Cuando enviamos un auto a Irak, sabemos que mañana, o en un mes, o en tres meses, ese auto será destruido», dijo Junot. En el mejor escenario, las personas dentro del auto estarán a salvo.
Junot aseguró que recientemente recibió un llamado telefónico de un general de fuerzas especiales de Estados Unidos en Irak, quien le agradeció efusivamente por haberle salvado la vida con el blindaje del vehículo.
El empresario se negó a revelar el nombre del militar, alegando la confidencialidad del acuerdo comercial.
HPC produce muchos de sus componentes (incluyendo los vidrios ultrareforzados y los paneles de fibra de carbono) en sus dos fábricas en Itaquaquecetuba, en el suburbio de Sao Paulo, donde emplea 170 personas.
Sin embargo, ante las necesidades y las presiones de las autoridades estadounidenses, la empresa tuvo que abrir una fábrica en Jordania, próximo de la frontera con Irak. La mayoría de los empleados allí son brasileños.
Para Fifo Anspach, vicepresidente de la Asociación de fabricantes de automóviles blindados de Brasil (Abrablin), el desarrollo ya ha llevado a las firmas locales a exportar su propia tecnología.
«Hubo un mercado (doméstico) que creció mucho en los últimos 10 años, y en los últimos dos años se ha estabilizado, no está creciendo mucho», dijo. Se estima que en Brasil circulan unos 22.000 vehículos blindados, la mayoría con altos ejecutivos o sus familiares.