Narcotráfico: Estrategia y combate


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EDITORIAL
El gran flagelo

 De los nuevos caballos del Apocalipsis, ninguno tan funesto como el narcotráfico que se ha adueñado de varios paí­ses de la América Latina, Guatemala entre ellos. Hay demasiadas aristas en este problema como para un enfoque sencillo, pero indudablemente que los factores que nos complican más a los guatemaltecos son la creciente demanda de droga que fortalece a los carteles, y la carencia de instituciones estatales con capacidad de encarar este nuevo desafí­o.
 Mientras en los grandes mercados el consumo siga creciendo y la demanda por la droga se mantenga e incremente, no habrá poder capaz de frenar el empoderamiento de los narcotraficantes que siempre contarán con más recursos que los mismos Estados para realizar su ilí­cito negocio. En otras palabras, mientras no se ataque el consumo no hay solución real a este agudo problema. Puede atacarse el consumo mediante acciones directas que demuestren que también en los grandes mercados de consumo se combate a los traficantes, a quienes se encargan de llevar la droga al consumidor, puesto que mientras se exigen decomisos en estos paí­ses, nunca escuchamos de operativos efectivos contra los traficantes en donde se produce el consumo.
 Pueden atacar al consumidor, al traficante local o legalizar el consumo. La decisión sobre eso no está en nuestras manos, aunque sepamos que cualquiera de esas acciones son indispensables para terminar con la hegemoní­a de los carteles de la droga en paí­ses que son productores o simple lugar de paso, como ocurre con Guatemala.
 En nuestro propio campo, es indispensable que tengamos instituciones fuertes, un Estado que tenga capacidad de enfrentar al poder de los narcos con tribunales, policí­as y fiscales que puedan investigar y condenar a los responsables de ese crimen de lesa humanidad. Obviamente hay un problema de disparidad de recursos, puesto que por mucho que pudiéramos incrementar los impuestos a niveles como los que recomendó Estados Unidos en la última cumbre realizada en Guatemala, estarí­amos aún en notable desventaja frente a criminales que no tienen lí­mite para gastar y que pueden destinar millonarias sumas no sólo a comprar policí­as, militares y funcionarios de todo nivel, sino que dada la práctica de lo que conocemos como democracia, pueden inclusive financiar una campaña presidencial para comprar la conciencia del mismo Presidente de alguna de estas Repúblicas.
 No se trata de ninguna acción que podamos realizar solos, sin el concurso internacional y sin la cooperación especialmente de los paí­ses que nos meten en el hoyo por no atacar el consumo. Por supuesto que en el marco de la seguridad, combatir el narcotráfico es una necesidad y también es cierto que todo ello nos cuesta dinero y que los contribuyentes tenemos que ser eso, es decir, contribuyentes pagando más impuestos para financiar mejores instituciones públicas en la lucha contra los narcos. Pero no puede ser únicamente nuestra lucha, toda vez que estarí­amos derrotados de entrada por la disparidad de los recursos y por ello estimamos que el papel de un lí­der que aspira a la presidencia es entender la globalidad del problema, la inmensa dimensión que tiene, y asumir con claridad y contundencia un liderazgo internacional para abordar el tema sin caer en las manipulaciones que nos han hecho a lo largo de los últimos cuarenta años, en los que la polí­tica antinarcótica es definida por quienes menos hacen y por quienes hacen crecer el poder de los traficantes.
 América Latina tiene que asumir una postura contundente, con liderazgo y visión, para marcar una nueva lí­nea de acción. Ya no más que los que menos hacen certifiquen o nieguen certificación a los que ponen los muertos en esta guerra imposible de vencer sin más determinación y compromiso. Exigir en las Naciones Unidas que se califique también el papel de los paí­ses consumidores porque no es justo que pongan el dedo a los Estados más débiles sin que nadie les pase la factura de lo que dejan de hacer y de cuánto eso significa en vidas para estos pueblos.