Seguridad: el tema electoral, y ahora el dilema de Colom


ílvar Colom enfrenta el dilema de resolver la inseguridad imperante en el paí­s, lema de campaña del Partido Patriota.

Edgar Gutiérrez

Centro de Estudios Estratégicos y de Seguridad para Centroamérica

CEESC

En torno al tema de la seguridad pública y el lema «mano dura», el general retirado Otto Pérez Molina, candidato finalista de estas elecciones, levantó una campaña que le catapultó en apenas dos años desde el piso hasta el 47% de los votos el 4 de noviembre pasado. Estuvo a punto de ganar y quizá no alcanzó su meta sólo por la inmadurez de su organización territorial.


Heredan un «narco-Estado»

Quiere decir que el asunto de la seguridad se volvió determinante ?más que en las tres últimas elecciones- a la hora de elegir mandatarios y calificar el desempeño de un Gobierno. La administración del presidente Oscar Berger se declaró incompetente en la materia y su vicepresidente, Eduardo Stein, con la distancia tí­pica de un académico ajeno a la gestión del aparato público, advirtió que heredan al equipo entrante de ílvaro Colom, el umbral de un «narco-Estado» (Prensa Libre, 29/10/07).

Para Otto Pérez la inseguridad se enfrentaba con «mano dura», una expresión que apelaba a las emociones del pueblo, que explicaba como «carácter y decisión». Al momento de detallar las operaciones se trataba de unas «fuerzas de tarea» ?tan efectivas durante el conflicto armado- pero esta vez de cariz interinstitucional. Basados en una labor de inteligencia ?que nunca se aclaró como se montarí­a- y la suspensión de algunas libertades en territorios previamente identificados, policí­as, fiscales y jueces procurarí­an una justicia «pronta y cumplida».

Otto Pérez hablaba de depurar y reformar la Policí­a Nacional Civil (PNC) y de dotar de equipo y capacidad de movilización y comunicaciones al Ejército, pero su fórmula de emergencia para atajar a las bandas y los carteles no parecí­a algo serio. Quizá en periodos de estados de excepción prolongados ?como fue durante el gobierno del general Carlos Arana Osorio, 1970-74, incluso bajo la jefatura del general Efraí­n Rí­os Montt, 1982-83- esas fórmulas podí­an funcionar. Pero en la actualidad parece difí­cil.

Personalmente creo que la lectura que los seguidores de Otto Pérez hicieron del mensaje «mano dura» fue: hay licencia abierta para matar a los presuntos delincuentes, obviando la investigación del Ministerio Público (MP) y el sometimiento de los acusados al juicio de los tribunales. Mi hipótesis quedó apuntalada cuando en febrero de este año Otto Pérez denunció con vehemencia ?como nadie lo hizo, ni siquiera las instancias de derechos humanos- que la PNC anidaba escuadrones de la muerte que, entre otras cosas, habí­an sido responsables de las ejecuciones de tres diputados salvadoreños del Parlamento Centroamericano. Tras esa denuncia, en marzo, Pérez Molina cayó 4 puntos en las encuestas de intención de voto. Sus seguidores quedaron desconcertados. Para ellos esa denuncia era un mensaje contradictorio que dejaba sin contenido la consigna de «mano dura».

ílvaro Colom labró durante varios años un programa de Gobierno con aspiraciones de que fuera integral, que situaba la pobreza, la desigualdad y la exclusión como causas de la inseguridad. Su discurso inicialmente fue aséptico. No dañaba a nadie y apelaba a traducir «esperanzas». Tácticamente ese enfoque de campaña de desprendí­a de un hecho cierto: Colom era el favorito, no tení­a porque correr de prisa ni comprometerse prometiendo o atacando. Tení­a que dejarse llevar por la ola.

Pero ese panorama cambió antes de la elección del 9 de septiembre. Era claro que Otto Pérez avanzaba tres cuadras por cada una que caminaba Colom. Pero la respuesta llegó hasta en la segunda vuelta: la violencia se enfrenta con inteligencia, fue su consigna. El que sabe qué es inteligencia deduce que la oferta es prevención, no choque en primera instancia. Y quienes no están familiarizados con el término pudieron pensar que Colom apelaba a una condición intelectual ?masa gris- que entiende globalmente los problemas y los atiende con sabidurí­a, ante un chafarote que sólo ofrece golpes. Ambas ideas funcionaron tanto para el público sofisticado como para la gente conservadora que, empero, tiene alergia a los militares.

A esa consigna Colom añadió crí­ticas contra la reducción del Ejército conducida por Otto Pérez en 2004, que habí­a sido aplaudida por la comunidad internacional. Su señalamiento era que la nueva dislocación militar dejaba corredores abiertos, desde el Caribe y la Costa Sur, a los narcotraficantes, estableciendo incluso una poco razonable «frontera militar» con Belice.

Ese debate ya pasó. Colom ganó y ahora está ante la ineludible responsabilidad de nombrar un equipo de seguridad. De aquí­ en adelante ya no pesan los programas de Gobierno ni los discursos en las plazas, como las personas llamadas a ejecutar planes, y sus circunstancias.

Gándara, promovido por financistas

Durante su primera semana post-triunfo, Colom parece invadido por la presencia de Salvador Gándara, alcalde re-electo de Villa Nueva, quien fungió como viceministro de Gobernación con el presidente ílvaro Arzú (1996-2000). Gándara es promovido por un par de financistas importantes ?y controversiales- de la campaña de Colom, pero encuentra oposición interna. Su otra opción es continuar, al menos por unos meses, con Adela de Torrebiarte, quien no ha sido eficaz en su desempeño pero sostiene buena imagen internacional. Pero como también hay crí­ticas a ese nombramiento es probable que Colom aplique el «cesarismo»: sacar a un tercer personaje para Gobernación, la cartera que Pérez Molina volvió clave para el próximo Gobierno.