El abstencionismo en la segunda vuelta electoral


Otto Pérez Molina recibido por algunos de sus simpatisantes.

Aun cuando la campaña electoral haya despertado pasiones y elevado el entusiasmo del pueblo de Guatemala en cuanto al relevo de sus autoridades, el comportamiento del electorado en la segunda vuelta siempre se ha caracterizado por alejarse de las urnas, aumentando considerablemente el flagelo del abstencionismo, no obstante, el despliegue y recursos millonarios que los partidos finalistas destinan para acarrear a sus simpatizantes a los centros de votación, como ahora en estas elecciones generales que tampoco son la excepción.


El abstencionismo en la segunda vuelta aumenta, fundamentalmente, porque a los electores de la provincia, aquellos de las comunidades más recónditas del paí­s, les interesa particularmente participar en la primera vuelta, cuando se elige a sus autoridades más cercanas, alcaldes y diputados con quienes mantienen una relación más estrecha y ven la elección presidencial con menos importancia, no obstante, las facilidades que ofrecen los partidos polí­ticos, facilitándoles transporte, comida y un viático para que vayan a votar.

El nivel abstencionismo más bajo que reporta nuestra joven democracia, data de las elecciones generales de 1985, cuando en la segunda vuelta, los guatemaltecos elegimos Presidente de la República al democristiano Vinicio Cerezo. En ese momento, cuando el paí­s salí­a de un régimen de gobiernos de corte militar y se retornaba a la democracia el entusiasmo de la población era tal que se percibí­a en el ambiente, sin embargo, el abstencionismo fue del 39%.

En la segunda vuelta electoral de las elecciones generales de 1990, cuando la población eligió como presidente de la República a Jorge Serrano Elí­as, el abstencionismo fue del 55%. En 1995, cuando el electorado dispuso que fuera ílvaro Arzú a quien se le impusiera la banda presidencial, el abstencionismo fue del 63%, el más alto que reporta la historia de nuestra joven democracia.

Recientemente, en 1999, cuando le correspondió el turno de dirigir a nuestro paí­s al presidente Alfonso Portillo, el abstencionismo en la segunda vuelta fue del 59%, no obstante, que su nominación despertó una fuerte campaña de rechazo de parte de los grupos poderosos económicos a través de los medios masivos de comunicación para impedir su asunción al poder. Pero quizá la campaña que dividió al paí­s fue la de 2003 cuando participó el general Rí­os Montt y aun así­ el abstencionismo fue del 53%.

En sí­ntesis, si el abstencionismo ha sido constante hacia arriba durante las segundas vueltas electorales, es previsible que este flagelo sea mayor el 4 de noviembre, porque Colom ni Pérez han logrado despertar el entusiasmo del electorado y sumado a ello, la población guatemalteca ha sido testigo en la ví­spera y a lo largo de este proceso electoral, la presencia exagerada de campañas negras, violencia y constante descalificación entre uno y otro candidato.