VACACIONES DE ENSUEÑO


Jorge Mario Rubio

«Cuento de Hadas»

Dedicado a: Pily Obstaele Mombiela

En un lugar muy bello viví­a una princesa, la que por ser hija única sus padres la colmaban de sólo cosas lindas que la hicieran gozar en gran manera, lo que más le gustaba a la princesa era la casa de muñecas tamaño natural o sea lo suficientemente grande para que ella pudiera jugar con sus amigos y sus numerosos juguetes, en un gran anaquel adosado a la pared de ese cuarto, en el que las muñecas y los ositos de peluche la esperaban ansiosos de jugar con ella; en otro lado de la habitación habí­a una librera llena de libritos de colores con historias de duendecillos, hadas y animalitos encantados; aquí­ pasaba la princesa muchas horas y al cansarse se recostaba en una camita con muchos cojines en la que sólo ella cabí­a. Solí­a despertarse cuando llegaban unos olores deliciosos que vení­an de la gran cocina del palacio, entonces corrí­a presurosa al comedor donde un paje poní­a en un bello plato de porcelana adornado con florecitas unas grandes hojuelas bañadas con miel de caña y abeja según el gusto de la princesa y como complemento una jarra de cristal con un delicioso refresco.

Para las vacaciones escolares llegaban al palacio varios parientes entre ellos dos bellas niñas llamadas una Roland y otra Ester y dos jovencitos Carlos y Mario, con los que la princesa jugaba, ya fueran cartas, dominó, Luisa, prendas o bien tuero.

El palacio tení­a un corredor anchí­simo al lado poniente con muchas mesas y sillas donde la princesa y sus amigos se poní­an a jugar en especial por las tardes. El corredor tenia una bellí­sima vista desde la que se podí­an contemplar los terrenos del palacio todos cultivados con cafetales y cañales cuyas hojas brillaban como una gran esmeralda a la luz de los rayos del sol que lentamente se iba ocultando como un gran plato de oro produciendo celajes multicolores.

En este ambiente tan hermoso, gozando de juegos y manjares deliciosos surgió el amor de parte de uno de los amigos por la princesa a la que le confesó el afecto que sentí­a por ella y la princesa le correspondió muy bellamente, lo que hací­a que el tiempo pasara sin darse cuenta y así­ pasaron muchos dí­as hasta que las vacaciones llegaron a su fin y tanto la princesa como sus amigos tuvieron que regresar cada uno a su respectivo Colegio, quedando sólo la tristeza y la esperanza de volver el año siguiente. El jovencito enamorado de la princesa sufrió mucho y su afecto permaneció en su recuerdo por mucho tiempo atesorando como algo muy bello y sin comparación el romance con la princesa y su deliciosa estancia en ese hermoso palacio.