La literatura indí­gena


Virsa Valenzuela*

La condición multicultural de Guatemala permite encontrar en el paí­s diversas expresiones culturales; una de ellas, y una de las de mayor riqueza y antigí¼edad es la expresión indí­gena maya. La literatura que proviene de esta expresión asienta sus bases en la ancestral cultura maya, la cual dejó un legado literario, si bien, desde siempre, con algunas contaminaciones culturales, en obras como el «Pop Wuj», el «Rabinal Achi’» y «El libro de los libros de Chilam Balam», por mencionar los más representativos. A pesar de las transfiguraciones culturales que ha tenido la cultura indí­gena maya actual con respecto a la maya original, se ha mantenido una base cultural debido a la pervivencia de la tradición oral a través de los siglos. Es así­, como se puede apreciar a partir de la segunda mitad del siglo XX el florecimiento de la literatura maya indí­gena en Guatemala. Algunos ejemplos de autores de esta literatura son Humberto Ak’abal, Gaspar Pedro González, Sam Colop, José Juan, Ví­ctor Montejo, Maya Cú, Manuel de Jesús Salazar Tetzagí¼ic, Pedro Miguel Say y Luis de Lión.

Es, sin embargo, conveniente definir, quizá, ambiguamente, la literatura indí­gena maya en Guatemala. Es, pues, la literatura escrita por autores que se autodenominan mayas; escrita en castellano o en cualquier idioma maya; generalmente los autores son bilingí¼es y, esencialmente, la literatura maya presenta la cosmovisión del mundo indí­gena en contraposición de la cosmovisión del mundo occidental.


Las bases

Habrá que mencionarse tres textos indí­genas que han fungido como base cultural y literaria de la cultura indí­gena: el «Pop Wuj», el «Rabinal Achi’» y el «Chilam Balam».

El «PopWuh», un libro épico, teogónico, presenta el nacimiento, expansión y permanencia del pueblo k’iche’. Sus rasgos estilí­sticos poseen un gran valor estético; la literatura indí­gena ha logrado conservar algunos rasgos estilí­sticos del «Pop Wuj».

Con respecto al «Rabinal Achi’», pieza dramática que ha permanecido mejor conservada con sus rasgos culturales mayas. Además de este acercamiento, el «Rabinal Achi’» presenta un lenguaje altamente retórico y ceremonial, como uno de sus rasgos fundamentales de estilo.

Por último, el «Chilam Balam», un libro densamente lí­rico, está formado por un conjunto de libros; sus rasgos más importantes, especialmente en el libro de Chumayel son el empleo de simbolismos y la narratividad que emplea las fechas del calendario lunar como marcador de tiempo.

A pesar de la lejaní­a temporal de estos escritos, y que ha presentado problemas como la traducción, la transculturación, la pérdida…, estos libros representan un enlace directo con la cultura ancestral para los escritores actuales indí­genas. Además, en algunas obras y autores es visible la persistencia de los rasgos estilí­stico y temático de estos libros base.

El discurso poético

La etapa lí­rica de una lengua es la tercera etapa de formación; por tal razón, se considera que las formas poéticas son primarias. Es, pues, de considerar que en el presente trabajo se inicie el estudio de la literatura indí­gena con su poética. Edna Patricia Delgado Rojas en Formas de Cohesión en el discurso maya sintetiza el discurso poético en los idiomas mayas, en el cual cita a Sam Colop: «Los idiomas mayas tienen una caracterí­stica del lenguaje formal que vale mencionar por su importancia histórica y la fuerte conexión que muestra entre los varios idiomas: es el paralelismo. Paralelismo, si hablamos de repetición poéticas, es parte del repertorio estilí­stico del lenguaje en general. Sin embargo, las reglas especí­ficas y los contextos particulares del paralelismo formal en los idiomas mayas, lo destaca como un rasgo especial del estilo literario maya. Formalmente consiste en el uso de coplas (o estructuras más largas) que son paralelas en su semántica o sintaxis. Cada lí­nea es repetida en su contenido o estructura».

Nótese que esta caracterí­stica del paralelismo ha estado presente desde el «Pop Wuj» y el «Rabinal Achi’», ya sea con enumeraciones, la utilización del nombre como expresiones simbólico-estéticas y las metáforas.

Dentro de la poesí­a indí­gena, se encuentra a distintos autores: Sam Colop, Salazar Tetzagí¼ic, Humberto Ak’abal, Maya Cú, Jorge Rolando Tay Saquich, Macario Juan Tá, Jacinto Loarca, Sonia Eugenia Sum López y Carlos René Lacán Menchú.

Humberto Ak’abal

La poesí­a de Humberto Ak’abal abarca un género más amplio al subjetivismo y lirismo. Muchos no son poemas; son curiosidades, chistes, anécdotas, ingenios, juegos lingí¼í­sticos, etc.

«Si llevan agua / son rí­os. / Si no, / son caminos».

Su estilo de lenguaje es directo, claro, limpio, sencillo; a veces es demasiado simple; gusta de la frase concisa y de la brevedad del poema. Emplea diminutivos «propios» del contexto indí­gena: tanatí­o, ocotí­os, hoyitos, cagadita, maicitos, atolito, tronquitos, arenitas, bracita, casita, semillita.

Del mismo modo, introduce palabras de origen indí­gena: matate, morral, tapixquero, pajonales, tiznada, nixtamal, chilcas, pozol, pol’ik, maí­z, tinaja, tanatón, corte, gí¼ipil, chacal, escudilla, mecapal, guacales, tusas, babosadas, lodazal, chuchos, xeca, canches, tapexco, molote, jí­caras…

Según su estructura formal, Ak’abal ha confesado que desprecia la versificación clásica castellana u occidental, y que prefiere el Hai Kai japonés. Sin embargo, las caracterí­sticas de este último son: simbólico, sin tí­tulo, de tres versos, 17 sí­labas, melancólico y misterioso. En cambio, un poema formal hispano se ajusta más a la forma de versificación de Ak’abal: no es simbólico, tiene tí­tulo, diversidad de versos y sí­labas, y acepta todos los estados aní­micos.

Las imágenes estéticas de la poesí­a de Ak’abal están construidas con elementos de la realidad indí­gena: «pelo color sanate», «noche negra, tiznada como olla de nixtamal», «ojos de maicitos negros».

En una de sus formas de poema narrativo, pueden llegar a tener una visión cosmogónica del pueblo y las costumbres, herencia que viene desde los libros precolombinos: «Se cuenta / de un pueblo viejí­simo. / Aburridos de su lengua, -dicen-, / decidieron formar un cerro / amontonando tierra, / tan alto que llegaron a las nubes. / Se decí­a que allá / repartí­an lenguas. / Y así­ lo hicieron… / Querí­a gí¼evos subir, / habí­a que echarse / unos dos o tres tragos. / De regreso / se vení­an hablando babosadas / ¡y en otra lengua!»

Los elementos indí­genas se presentan, en algunas ocasiones, con la muestra de las costumbres del pueblo. Por ejemplo, refiere la visita al camposanto, llevar flores de muerto, coronas, llevar comida, darle trago, hablar a la tumba y llevarle música al muerto. Habla de la marca den la rabadilla, como una «lunita roja»; se muestra el respeto a los ancestros, representados principalmente en los padres y abuelos, y en la presencia de los muertos.

La narrativa

La historia de la literatura maya está basada en la historia de su oralidad, que proviene desde tiempos anteriores a la Conquista. Estas historias están llenas de conocimientos sobre los dioses (teogoní­a), el universo (cosmogoní­a), el origen del hombre y la historia del pueblo, tal como se observa en el «Pop Wuj».

La literatura prehispánica como la actual tuvo que pasar por un proceso de oralidad, antes de convertirse en literatura. La oralidad sirve para reconstruir una identidad.

Gaspar Pedro González y la llegada a la novela

Una llegada significante a la culminación de la narrativa en su expresión de novela ocurrió en 1992 con la publicación de La Otra Cara del novelista Gaspar Pedro González. Esta fue una de las primeras obras literarias modernas escritas originalmente en uno de los idiomas mayas por un autor maya.

Gaspar Pedro González nació en San Pedro Soloma, Huehuetenango en 1945. Es Licenciado en Planeamiento Educativo, Docente Universitario, Promotor Social y Escritor. La primera versión de La Otra Cara se publicó en idioma q’anjob’al.

La Otra Cara es la historia de la aldea Jolumcú, y en especial de una familia que se enfrenta a los problemas cotidianos: el nacimiento de un hijo, la inscripción civil, las migraciones a campos de cosechas de café, el primer dí­a de escuela del hijo. La Otra Cara, desde la teorí­a de la otredad, nos presenta una nueva visión de la sociedad guatemalteca, la visión desde el indí­gena. Durante la novela surgen distintos choques entre el mundo indí­gena y mundo occidental.

«? Amigo Mekel, a nosotros los indios, muchas cosas no nos han sido reveladas. Nuestro mundo, no es el mundo de los ladinos; nuestras fiestas no son sus fiestas; nuestras vidas se desarrollan en forma diferente».

Algunas contraposiciones son: el uso de diferentes calendarios: el lunar maya y el gregoriano occidental; curiosamente, el dí­a en que Mekel acude a la Municipalidad a registrar a su hijo, él, sin saberlo, le dicen que es el «dí­a de la raza», y que por tal razón no será atendido.

«Ellos celebran sus fiestas: Dí­a de la Raza, ¿de qué raza?; Independencia, ¿de quiénes?»

También hay oposición en los nombres. Por ejemplo, Mekel es al q’anjob’al, lo que Miguel al castellano. En el Registro Civil, Mekel querí­a poner a su hijo Luí­n Mekel, como su abuelo y su padre; pero el Alcalde observó en el calendario gregoriano que era el dí­a de san Serapio, por lo que ese era el nombre que le correspondí­a. Al final, en el acta quedó con el nombre de Pedro Miguel, que es Luí­n Mekel, pero en castellano.

Los sí­miles con comparaciones del mundo indí­gena: «la luna como un gran ojo», «Iba como un venado saltando entre los matorrales», «Le salí­a el vapor de su cuerpo como humo de temascal», «cocí­a las tortillas que caí­an como cráteres en una gran luna llena».

Las enumeraciones al estilo del «Pop Wuj»: «regando manojos de berro, macuy, yerbabuena y agua», «Preparame altamí­s, pericó, unto de gallina y el frasco de cusha».

Introducción de la fonética indí­gena a la fonética castellana: «Wuenas tardes», «Señor, es que busté mesmo nos dijo que era dí­a del periado.» En los idiomas mayas no existe el fonema /f/, por lo que es asimilado como /p/.

Luis de Lión: la literatura indí­gena universal

Luis de Lión representa un hito dentro de la literatura nacional e indí­gena. Su novela El tiempo principia Xibalbá, que hace una clara alusión intertextual al «Pop Wuj», está siendo considerada como un adelanto a su tiempo.

Además de su obra que, aparte de pertenecer a la literatura indí­gena muestra signos de posmodernidad y mayor universalidad, Luis de Lión habí­a trabajado la visión indí­gena en contraposición del mundo occidental. En su cuento Tarzán de los Monos, en donde se nota que el autor contrapone los mundos con el Tarzán del cine (occidental) y el Tarzán de los Monos (indí­gena).

«En lo que sí­ puede decir que el Tarzán del cine se parecí­a a mí­ era en lo descalzo. En el cuerpo no. No hace mucho he visto una fotografí­a mí­a de ese tiempo, una que me tomaron cuando conocí­ el puerto, y me he dado cuenta de que, a pesar de los leones, tigres y antí­lopes que comí­a los domingos, estaba tan desnutrido que se me podí­an contar las costillas.

Francamente, ser Tarzán no era muy bonito. Alegre era el domingo, pero el dí­a lunes, este servidor de usted, Tarzán de los monos, tení­a que abandonar su carcaj, su arco y sus flechas y agarrar su azadón y su machete e ir a trabajar a su minifundio, luego regresar a mediodí­a, cargado de leña y sin wasiris que me ayudaran y de ahí­ agarrar para la Antigua, a la escuela, a pie y no en los lomos de Tantor, mi elefante, y regresar ya casi de noche.

Mi chita era un chucho, un perro seco que siempre andaba conmigo y que también me serví­a de Numa, pues si el enemigo se me acercaba él le enseñaba los dientes y se le iba encima como un león verdadero».

* Guatemalteca. Licenciada en Letras. El presente artí­culo es la versión condensada de su tesina de Maestrí­a en Literatura Hispanoamericana.