El éxito que tiene actualmente el joven cantante guatemalteco Carlos Peña, al acceder a la final del concurso televisado Latin American Idol, hace que se revise la posición del Estado con respecto al apoyo de las artes y la cultura.
Hasta hace algunos meses, Carlos Peña era un cantante desconocido; de hecho, él mismo ha indicado que el año pasado intentó ingresar al mismo concurso, pero fue rechazado. Por tal razón, decidió continuar preparándose.
Es decir, la preparación fue a través de profesores privados, mucho ensayo y, una vez listo, debió costearse el viaje a Colombia para ingresar a la audición. Hasta el momento, el Estado de Guatemala no ha aparecido.
No fue sino hasta hace unas semanas, cuando la participación de Carlos Peña ya había llamado la atención de Guatemala, el Estado salió al paso felicitándolo y ofreciéndole miles de cosas.
La semana pasada, Carlos Peña vino a Guatemala a promocionar su participación y pedir que voten por él. Al parecer, esta estrategia ha dado resultado, pues logró llegar a la final del concurso y es muy probable que gane por la gran cantidad de votos que se generaron en el país luego de su visita.
Pero, dicho sea de paso, el Estado de Guatemala, por medio de la Presidencia de la República y el Ministerio de Educación le «robaron» un poco de tiempo a su visita, para promocionarse junto a él.
La cartera educativa realizó una actividad con Carlos Peña en donde se invitaba a «creer en sus sueños». Sin embargo, es difícil soñar, cuando no se tiene un apoyo institucional.
Hoy, el Estado de Guatemala se ha apropiado de ese éxito, pese a que no lo apoyó previamente, sino hasta ahora que ya tiene éxito.
El papel del Estado con respecto a las artes es al revés; debe apoyar a esos artistas desconocidos que «se atreven a soñar», pero no les alcanza para soñar con clases privadas, tal como lo hizo Carlos Peña. Cuando eso suceda, entonces sí Guatemala podrá estar orgullosa del éxito de un artista.