Los chapines probaron que son conservadores


El Mapa de Guatemala con los resultados electorales.

¿Por qué se analiza sobre el bigote de los presidenciables y no sobre las más profundas convicciones de los guatemaltecos?


El esfuerzo por interpretar qué pasó el 9 de septiembre que se lleva a cabo sobre todo en medios escritos, ha sido variado y extenso pero no en profundidad, salvo un par de excepciones. He leí­do a columnistas comentar sobre los significados detrás de los números en la participación de los electores, y su consecuente conexión con la democracia electoral versus democracia representativa; he conocido las opiniones y premoniciones sobre quién se aliará con quién, y la infinidad de alardes que se sugieren sobre qué partido dará el apoyo a los anaranjados y quién a los verdes, digo al Patriota o a la UNE; personalmente creo que en la realidad las bases partidarias no representan una masa de votantes aglutinados disciplinadamente, como para atender la decisión polí­tica de su dirigencia (hago la excepción para el caso de FRG y URNG). En otros espacios he comentado que una de las debilidades institucionales del sistema es una organización partidaria que no se basa en el arraigo ideológico sino en relaciones cuasi clientelares.

También se puede encontrar reportajes sobre la distribución de los bloques partidarios dentro del Congreso; lo más obvio es que no tendremos una mayorí­a sino varias fuerzas en relativo equilibrio, con la subsiguiente necesidad para el Gobierno central de negociar su gestión con el Parlamento. Creo que nadie ha hecho un análisis en profundidad sobre los patrones de la reelección y una especie de quién es quién de cada uno de los 158 diputados, se ha comentado por el contrario sobre los que se van y no fueron reelectos; además poco se ha dicho sobre la disminución de mujeres en el hemiciclo.

Se puede encontrar también reportajes sobre los alcaldes y las fuerzas partidarias que abarcaron más espacios locales de poder, se habla de los intrincados expedientes que detallan perfiles y pasados de los jefes ediles. Sobre esto señalo que nadie ha escarbado en los detalles de la percepción de la democracia en el nivel municipal, o como se cuestiona Torres Rivas en «Notas sobre la Democracia y el Poder Local», ¿el previsible desencanto por la democracia, implica que si la polí­tica de dimensión nacional está en crisis, también lo está la polí­tica local?

Se puede leer también sobre todo, en lo que acontece para la campaña de segunda vuelta, las acciones de Pérez y Colom, como por ejemplo sus visitas respectivas de casi pleitesí­a al Alcalde de la ciudad; los acercamientos con iglesias evangélicas, alcaldes, empresarios y sectores de diversa í­ndole; pero también se puede encontrar los más sesudos análisis sobre los factores polí­ticos y de mercado que entrarán a jugar para beneficio de uno o en detrimento del otro, tratando de comprender quién se irá con quién. Hay lí­neas dedicadas a la desaparición de partidos y espacios para comprender el fenómeno de partidos como CASA, UCN y URNG.

Menchú, un análisis particular

Especial atención debe haber en el caso de Rigoberta Menchú que merecerí­a un análisis particular y no ser abordado rápidamente. No alcanza decir que su pobre desempeño electoral tira el prejuicio de que hay una aparente homogenidad polí­tica en el pueblo Maya como comenta Porras G., o que una mayor simpatí­a e impulso en el extranjero (por cierto un tanto naib) infló su candidatura sobre las expectativas reales como opina Rosada H. La idea de que la candidatura de Menchú solo demuestra una profunda internalización del racismo en esta sociedad como dice Velásquez I., debe acompañarse también del debido cuestionamiento de la coherencia polí­tica e ideológica de Menchú a lo largo de su carrera. Es más, le agrego lo siguiente, su candidatura representó la forma muy conveniente del sistema para presentar su idea de pluralidad ideológica, (recuerde usted que los medios y encuestas medí­an generalmente a cinco, incluida Menchú hasta que la desbancó Suger).

Aun se debe exponer en reportaje o debate alguna iniciativa que contraponga al detalle los dos planes de gobierno de los partidos finalistas. Creo que encontrarí­amos diferencias convenientes pero también similitudes espeluznantes. Por supuesto serí­a lindo un tú a tú entre los dos candidatos, exponiendo temas como el aborto, el papel de la Iglesia, la diversidad sexual, el racismo, etc, aun con el riesgo de que opinaran casi igual. En fin, se ha escrito de todo, desde las nuevas actividades a las que se dedican ex precandidatos, hasta la importancia estratégica del bigote en un presidenciable, tratando de promover una especie de estética polí­tica.

Hubo pluralismo de productos y vallas

Lo que no está abordado en profundidad bien podrí­an ser dos realidades incómodas que sugiero: la primera, observar que la campaña electoral que vivimos este año fue, sobre todo, un debate de estrategias de mercado aplicadas a lo electoral (i mean marketing), más que confrontación ideológica de posiciones partidarias, tuvimos pluralismo de productos y de vallas. Esto aplica para candidatos, organizaciones partidarias, medios de comunicación, y hasta columnistas.

La segunda tiene que ver con los ciudadanos guatemaltecos y su comportamiento electoral. A pesar de que se dejaron encantar por colores, rostros, regalos, shows, banderas, etc., como quien asiste a una feria comercial donde se expone y se ofrece cualquier facilidad y promesa, quedó probado que el consumidor electoral en general lo tiene claro, es conservador, es incoloro y no puede con el pluralismo real, solo atiende en el fondo a sus más profundos valores conservadores, religiosos y reaccionarios. Es por eso que ganó la derecha y casi desaparece la izquierda, claro que hay que sobreponerse.

«Quedó probado que el consumidor electoral en general lo tiene claro, es conservador, incoloro y no puede con el pluralismo real, solo atiende en el fondo a sus más profundos valores conservadores, religiosos y reaccionarios».

Julio Donis.