Este número del suplemento político de La Hora prácticamente coincide con los cierres de campaña de todos los candidatos. A partir de mañana, a las 12 horas, no podrán hacer más proselitismo y por lo tanto los ciudadanos entramos en un período que puede ser de reflexión, para evaluar todo lo acontecido en los últimos meses y para considerar con madurez y responsabilidad nuestro sufragio.
El suplemento ha contribuido para difundir el pensamiento de prácticamente todas las fuerzas políticas del país. Por nuestras oficinas desfilaron los candidatos presidenciales, con excepción del señor Colom, para exponer de manera abierta, en un ambiente franco y amistoso, sus propuestas para el futuro del país. Pero obviamente nuestro aporte no fue simplemente el de abrir un espacio para que se pudieran expresar los aspirantes y para que los partidos expusieran su plataforma. También hemos tratado de analizar y desmenuzar esa propuesta para reflexionar, junto a los lectores, sobre su calidad y contenido.
Hoy estamos a punto de participar nuevamente en el ejercicio de emitir el sufragio. Existen serios cuestionamientos sobre el sentido de esa práctica y su verdadero significado. Creemos que hoy, además de juzgar a los candidatos y a los partidos, tenemos que juzgar al sistema para decidir si lo que tenemos es una verdadera prueba de democracia o simplemente un remedo. Nosotros pensamos que hay demasiados elementos que apuntan a lo segundo, puesto que desafortunadamente se confirma que el guatemalteco al final de cuentas vota pero no elige.
No tenemos un sistema fuerte de partidos políticos para intermediar entre el ejercicio del poder y la población. Los grupos electoreros que funcionan al amparo de la legislación electoral dependen de los mecenas que les financien su actividad y ellos son, al final de cuentas, los verdaderos electores. Quienes sí eligen son los que controlan los medios de comunicación y controlan al capital para hacer crecer o para dejar enanos a los partidos políticos y sus candidatos. El pueblo no tiene sino que elegir entre los que han recibido ese espaldarazo y tuvieron que comprometerse con la agenda particular del más importante grupo de presión existente en la sociedad guatemalteca.
En otras palabras, el candidato que no acopla su discurso a la agenda previamente establecida por la estructura del poder real, no tiene derecho ni siquiera a asistir a foros, no digamos a ser considerado seriamente como un candidato. Y para eso están las encuestas, elemento que se ha convertido en el regulador del proceso y que, pese a su influencia, peso e importancia, opera sin control ni legitimación alguna. Por eso esta campaña fue chata y carente de propuesta, porque los que tenían un mensaje diferente fueron invisibilizados y los otros tuvieron que repetir como loros lo que es el punto de vista de esa parte del sector empresarial que decide, hace y vuelve.
Sobre esas realidades, que son la marca indeleble de nuestro sistema, también hay que reflexionar en estas horas postreras de campaña.