Es un nudo gordiano el caso de Cristina Siekavizza


marco-tulio

Los cementerios de Guatemala están sembrados de cruces como levantando brazos pidiendo al cielo paz y justicia ante los horrendos crímenes que a diario son perpetrados contra hombres, mujeres y niños, muchos de ellos inocentes.

Marco Tulio Trejo Paiz


Hay infinidad de hechos de sangre, mortales, que están quedando impunes, en el misterio, por falta de pruebas testimoniales, y es que quienes presencian los hechos callan, no se presentan ante la policía ni ante los tribunales por temor a ser víctimas de los autores si declaran, ya que si los identifican y los localizan hacen lo imaginable…

Los crímenes de carácter político casi todos se van al limbo, pues aunque haya testigos, éstos hacen mutis. Están los ejemplos, entre otros, el de Francisco Javier Arana (exJefe de las Fuerzas Armadas) y el de Carlos Castillo Armas. Ambos casos ¡quedaron en “veremos”!… ¿Sucederá lo mismo en otros países?

Pero dejemos las cosas de otrora hasta allí y comentemos un poco el caso de Cristina Siekavizza, que puede estar quedando definitivamente en las sombras, al menos por algún tiempo que, ojalá, no sea tan prolongado para satisfacción de la sociedad y de la estimada familia Siekavizza, en especial.

Hasta hoy, lamentablemente, no se ha esclarecido el terrorífico hecho. Policías especializados, los tribunales de justicia de diferentes jerarquías, la Fiscalía General y la ofendida familia de la víctima han hecho hasta lo imposible para poner en claro el crimen que ha causado gran resonancia aquí y en el exterior.

Como dicen los juristas y los leguleyos: “Hay un reo preso”: Roberto Barreda, esposo de Cristina, quien fue capturado en México no muy distante de la frontera con nuestro país, y huyó a raíz de la desaparición de su consorte juntamente con sus dos hijos: una niña y un niño.

A juicio de las autoridades que conocen del crimen en mención, al presente únicamente hay inicios en cuanto a la realidad –y a responsabilidades–; además, últimamente se ha especulado en el sentido de que el cuerpo de la víctima pudo haber sido desaparecido mediante “un método que no dejaría rastro”…

Piensan algunas personas, reparando que, a pesar de los pesares, el caso que estamos comentando no conforma un crimen perfecto, porque algo convincente puede producirse si se manejan inteligentemente los indicios racionales que se han mencionado.

No falta la gente entrada en años que vivió los funestos catorce años de la dictadura del general Jorge Ubico, que considere que el tirano aludido sin tanto papeleo ni titubeo habría esclarecido meridianamente el abominable crimen cometido contra Cristina Siekavizza y… ¡Santos en “pax”!

Bueno… ¡no olvidemos que hoy no es ayer, dirá significativamente el intuitivo Juan Pueblo!