La conducta de los gobernantes de Guatemala, –con sus honrosas excepciones– tuvo una fuerte tendencia al totalitarismo, pues definieron la visión de sus intereses políticos y particulares a través de decisiones dogmáticas buscando imponer su exclusivo punto de vista, un solo concepto de vida y hasta definir lo que la población pudiera sentir y pensar.
Para lograr lo anterior, utilizaron la restricción de la libertad, toda, desde la libre locomoción, libertad de elección y la libre expresión. Fueron y son gobernantes que ni siquiera descubrieron que sus propias ideas diferían de sus posturas dogmáticas pues chocaban entre sí, y ellos mismos fueron el fruto de lo que pretendían desaparecer: la diversidad y la diferencia social.
Buscaron controlarlo todo para unificar en la ideología impuesta por la cúpula empresarial, agroexportadora y religiosa (conservadores), como antítesis de naciones democráticas, pluralistas respetuosas de la diversidad de cultura, ideas, religiones y pensamiento. A lo largo de nuestra historia, la combinación perfecta de poder e intelecto para beneficio de la patria no es muy frecuente.
El avance que tiene la corriente conservadora (derecha) a nivel internacional, también es un avance que, aunque usted no lo vea, terminará por afectarlo cuando se dé cuenta que algo no coincide con los intereses y conceptos únicos de esa cúpula totalitarista y no tenga otra opción que someterse. Esa postura que en nuestro país se endurece lentamente, nos aproxima a esas formas de imposición jerárquica fascista.
Y no es nada más por la situación de confrontación entre las estructuras del Estado contra el crimen organizado, desorganizado, común y delincuentes (funcionarios) del Estado o no; sino ante las consecuencias que trae consigo la administración de la decadencia.
Desde hace mucho tiempo la sociedad en nuestro país está huérfana de justicia; esa orfandad se acrecienta día tras día, y alcanza niveles tan escandalosos que, de no revertirse, pueden llevarnos a padecer y malvivir más de como estamos viviendo hoy.
Nuestro país está viviendo un inmenso dolor social y familiar un sufrimiento brutal, la población ahora, sin esperanza y sin aliento ha perdido la fe, lo cual nos lleva a la desintegración social, y eso no es ser fatalista, no es exageración.
Quienes concentran el poder se apropian de las nociones de libertad, y las deforman para someter a la población por medio de aparatos ideológicos del Estado así como de las iglesias con los gobernantes, cuya religión está confundida con el Estado (Caso Ríos Montt).
Un ejemplo de lo anterior es la Iglesia Católica, quien hoy defiende los “derechos humanos» para mostrar sus buenas intenciones; pero antes de reinado del papa Pío XIII satanizó lo relacionado con la Ilustración, la igualdad entre los seres humanos, la democracia y los mismos derechos humanos que usaron de manera aleatoria y arbitraria como conceptos que en origen representan la libertad y la dignidad humanas, siendo manipulados y reapropiados a lo largo de la historia por quienes quieren imponer esa mirada única; la de ellos.