Se veía como cualquier barrio de chozas del mundo: lonas como protección contra el clima, trozos de basura por el suelo que ningún camión recogería nunca, cubos de plástico para recoger agua.
GRIGNY /Agencia AP
Pero entonces, uno de lo de los habitantes de este poblado gitano en el extremo noroeste de París, un adolescente llamado Darius, acabó en coma por una paliza, aparentemente a manos de residentes de un barrio cercano de viviendas protegidas.
En cuestión de horas, los romaníes desaparecieron, buscando refugio en un nuevo lugar a las afueras de una de las ciudades más adineradas del mundo. Tres semanas después, Darius, de 16 años, sigue inconsciente. Su familia está escondida. La policía no ha detenido a nadie.
Francia se está viendo bajo una creciente presión para que responda a las acusaciones de que fomenta el acoso a la minoría más pobre de Europa con la esperanza de que los romaníes, también llamados gitanos, se marchen del país.
En Francia viven unos 20.000 miembros de esta comunidad, un número que parece haber cambiado poco pese a la década que lleva el gobierno allanando las chozas que aparecen, temporada tras temporada, en terrenos sin construir. En 2013, el número de desahucios fue igual a la cantidad de romaníes aún en el país, según cifras del gobierno. Con una perspectiva de empleo y discriminación aún peor en sus países de origen en el este de Europa, los inmigrantes romaníes siguen volviendo.
La política del Elíseo sobre los gitanos parece estar en crisis. El responsable de reubicación de romaníes perdió su trabajo la semana pasada. El gobierno no ha dicho por qué, ni si será reemplazado.
Por su parte, la policía dice que los gitanos dan información contradictoria de los ataques que sufren. Los romaníes dicen que tienen miedo de represalias y desconfían de las autoridades, en un país cuya imagen de defensor de los oprimidos choca con su largo historial de maltratos contra esta minoría. Las políticas de Francia con los romaníes han sido criticadas por el máximo tribunal europeo de derechos humanos, así como Amnistía Internacional y otras organizaciones.
Pese a que las fronteras de la Unión Europea se abrieron el año pasado para los romaníes, su vida está a punto de complicarse aún más en Francia, con la campaña anual de destrucción de barrios de viviendas improvisadas. El gobierno argumenta que los niños sin hogar sufren menos durante las vacaciones de verano.
«En un país de 67 millones, estamos hablando de unas 15-20.000 personas. No es una invasión», dijo Loic Gandais, presidente de una asociación en Essonne, en la región de París. De allí procede el combativo primer ministro galo, Manuel Valls. El año pasado, Valls, máximo responsable de seguridad, relacionó públicamente a los romaníes con delitos y desorden, alimentando los estereotipos extendidos en toda Europa.
Los romaníes que llegan a Francia desde el este de Europa dicen que los ladrones entre ellos son una minoría, y se quejan amargamente de que el camino a un empleo remunerado sigue cerrado para ellos, pese a las normas europeas sobre apertura de fronteras a los trabajadores. Cada vez que son desahuciados, según los romaníes y organizaciones humanitarias francesas que trabajan con ellos, se vuelven más vulnerables a la enfermedad, el hambre y la delincuencia.