La situación de la niñez en Guatemala es un drama que llora sangre. En este país, por los indicadores sociales y los hechos contundentes por todos conocidos, uno sabe que el drama más latente, lo refleja la situación histórica de la niñez, manifestada por la creciente mortalidad infantil, la abundante desnutrición crónica, la explotación laboral y sexual, la falta de educación, la participación en el crimen organizado y para colmo de males, además de excluyente también somos un país expulsor de su niñez.
La niñez y adolescencia que abandona el país, lo hacen para buscar oportunidades en el Norte, debido a que la Nación a la que pertenecen les niega oportunidades y protección.
Para todos lados donde usted mire, la postal es similar: niñez vulnerable, víctima de las injusticias del sistema, de la violencia social, de la indolencia e intolerancia del Estado, el Gobierno y la sociedad. Niñez muriendo de hambre o a manos de asesinos, sacrificando su vida en los desiertos alejados de la Patria o el caso más reciente, María José, recién nacida, quien perdió la vida cuando el cielo falso del hospital de San Marcos se derrumbó como resultado del fuerte sismo que sacudió el país el lunes 7 de los corrientes.
Guatemala es de esos países donde los sectores sociales vulnerables, las mujeres, la niñez, los pueblos indígenas, las personas de la tercera edad, con capacidades especiales y de la diversidad sexual, están desamparadas, desprotegidas, huérfanos de políticas públicas y acciones del Estado orientadas a proteger y garantizar la realización de derechos individuales, sociales y las libertades fundamentales de estos sectores.
Según cifras oficiales, cientos de niños han muerto por desnutrición y por esta misma causa, otros miles padecen hambre. Por otro lado, cientos de menores están sujetos a procesos judiciales por conflictos con la Ley y miles abandonan la escuela para emprender el camino de la emigración.
Después que el niño migrante Gilberto Ramos, de 11 años, murió en soledad en el desierto, próximo a alcanzar la frontera con los Estados Unidos de América, el drama subió de tono al saber que autoridades de Migración estadounidenses, retienen privados de libertad a miles de niños y niñas nacionales de Guatemala, El Salvador y Honduras, esperando audiencias judiciales y seguras deportaciones por llegar a territorio estadounidense en forma irregular, como miles de migrantes que salen de su país de origen. Es extraño que ante esta tragedia humanitaria, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR esté paralizada, sin que hasta ahora intervenga en esta crisis.
Las sociedades en países subdesarrollados, de economías dependientes, con abundancia de gente viviendo en la pobreza, con elevado porcentaje de analfabetismo, con escaso acceso a la salud, la educación, el trabajo, el salario digno y la seguridad social, son sociedades que se debaten entre la falta de oportunidades, la violencia, el crimen organizado, la corrupción galopante en todos los estamentos sociales y la violación de derechos humanos económicos, sociales y culturales.
¿Cómo revertir esta situación? Atendiendo las necesidades y problemas de la niñez. El Estado y el Gobierno deben promulgar e impulsar políticas públicas, dirigidas a aumentar oportunidades para que toda la gente tenga garantizada educación, salud, vivienda, trabajo y salario digno. No es mucho pedir.
P.S. Patricia Samayoa Méndez, científica social, víctima de la cultura de violencia irracional e irresponsable que padecemos. Condolencias a su hija Andrea Carrillo.