Imagine que usted vive en San Marcos o en alguno de los departamentos del occidente y cuando por falta de recursos, de acuerdo a lo que dijo el ingeniero Jorge Mario Hurtarte, subcoordinador responsable, ni siquiera se ha terminado la reconstrucción tras el daño por el terremoto de noviembre del 2012, ayer amanece con un nuevo movimiento telúrico que vuelve a dejar muerte, destrucción y mayor desconsuelo.
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No hemos tenido fondos disponibles para la ejecución de la reconstrucción, dijo Hurtarte. Esa cantaleta se repite para todo lo que es importante para el país. No hay dinero para invertir en infraestructura, en refacción escolar o en la calidad de la educación, pero sí para el magisterio que es un brazo político al servicio de las autoridades de turno.
No hay dinero para invertir en la red hospitalaria, para mejorar la infraestructura, para invertir en tecnología que permita implementar sistemas de información que permitan que a usted lo atiendan en Guatemala o Huehuetenango porque su historial médico estará centralizado: pero tanto en la red hospitalaria nacional como en el IGSS, sólo hay pisto para satisfacer a los proveedores de medicinas y acordar las tajadas.
Nuestro mejor producto de exportación se ha convertido en la gente y hemos vivido en una burbuja alimentada por remesas ganadas con sudor y sangre, siendo especialistas para reclamar a los países que reciben a los nuestros, pero incapaces de trabajar para ofrecer las oportunidades que deberíamos dar en Guatemala.
Instalamos mesas eternas de diálogo para entretener y no atender los grandes e históricos problemas del país y de la gente marginada, pero en cuestión de horas, con cuentas en el extranjero, se han pactado y se pactan las comisiones por las que depredamos el territorio nacional, concesionando lo que se nos venga en gana.
Decimos que no hay recursos y con eso se justifica la falta de voluntad para enfrentar la impunidad, la corrupción de todo tipo, para justificar el manoseo del sistema de justicia y el secuestro del sistema penitenciario.
No hay dinero para lo importante, pero sí abunda el dinero para los negocios, para pactar las mordidas y para asegurar que quien invierta en los políticos, tendrá su retorno asegurado con el dinero de todos.
No habiendo mal que dure cien años ni pueblo que lo aguante, como reza el dicho y estando empecinados en no querer ver y atender los grandes problemas del país, mismos que han provocado en buena medida las revoluciones a lo largo de la historia, yo me pregunto si en Guatemala no estamos caminando por el preocupante sendero de un estallido social.
Se está subestimando el descontento de la gente que, con ayuda internacional o no, se traduce en mayor lucha por reivindicar derechos, más beligerante oposición y mayor conciencia de que no pueden estar peor de lo que están.
Sin justificar de ninguna manera los actos de vandalismo y violencia que distan mucho de una oposición coherente, la gente cada día está teniendo un mayor nivel de sofisticación en lo que a su organización se refiere y no faltan los que ven en la represión la respuesta.
El Ministro de Gobernación, argumentando que tiene fotos (que no enseña) de los miembros de la Brigadas de Paz tirando piedras, ordena que se les revoque su residencia temporal. Si tiene las fotos y las enseña, es válido que los expulsen, solo queda pedir que con esa determinación y celeridad funcionara todo el gobierno contra los males que tienen de rodillas al país.
No se puede generalizar pues hay quienes, a pesar de tener oportunidades, no están satisfechos con lo que tienen, mientras otros mantienen la porquería porque les es útil, subestimando a la población y apostando a que la “sangre de horchata” será para siempre y ese error de cálculo, nos puede salir carísimo a todos.
Por eso y por una Guatemala mejor, es que urge que incidamos para entrarle de lleno a los problemas del país.