Alfredo Di Stéfano, adiós a la primera gran leyenda del fútbol


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Alfredo Di Stéfano fue la primera gran estrella global del fútbol, un juego que, con los años y la televisión, alcanzó cuotas de popularidad apenas soñadas en su época.

Por Joaquín Cavanna
Madrid / dpa

Sin la ayuda de las cámaras y la publicidad, Di Stéfano, que murió hoy en Madrid a los 88 años, se convirtió en una figura internacional que trascendió las fronteras de sus dos países: la Argentina en la que nació y la España en la que triunfó.

Su nombre recorrió los cuatro puntos cardinales del «planeta fútbol», aunque su estrella brilló menos que la de otros grandes nombres del deporte rey, como Pelé y Diego Armando Maradona, con los que se disputa en tertulias futbolísticas de todo el mundo el «título» de mejor jugador de todos los tiempos.

Sus contemporáneos lo suelen tener claro: no hubo nunca nadie más grande que él. Sin embargo, 47 años después de su retiro, su recuerdo como jugador apenas se resume en unas deslucidas imágenes en blanco y negro.

A partir de los años 70, la televisión lanzó al fútbol como un espectáculo comercial sin parangón y convirtió a Pelé y Maradona, con sus goles en color, en ídolos de masas.

«Di Stéfano fue el primer jugador cinematográfico que tuvo el fútbol. Hasta ese momento, el fútbol era fotográfico, cada jugador jugaba en un puesto y respetaba ese lugar. De repente llegó Alfredo y se sintió con el derecho de regar con sudor los 100 metros por 70 del campo de juego, y eso lo convirtió en un revolucionario», dijo el ex futbolista argentino Jorge Valdano.

Para la revista italiana «Guerin Sportivo», que lo eligió en 1997 como el más grande de la historia, Di Stéfano fue «la anticipación del futbolista universal, capaz de hacerlo todo».

Su debut al máximo nivel se produjo en Argentina, donde nació el 4 de julio de 1926. Su primer club fue uno de los dos grandes del país sudamericano, River Plate, y su primer partido fue ante Huracán, el 15 de julio de 1945.

El entonces delantero pasaría luego a Huracán y, tras un regreso fugaz a River, continuaría su carrera en el Millonarios de Colombia, al escapar de una inactividad de casi dos años en el fútbol argentino, debido a una huelga de jugadores.

Un amistoso entre el club colombiano y el Real Madrid en 1952 deleitó a los dirigentes del club blanco que, luego de unas polémicas negociaciones entre Real Madrid, Millonarios, Barcelona y River, terminaron por contratar a la estrella.

El nivel demostrado en el fútbol sudamericano y su estilo tan particular de jugador de toda la cancha cautivaron a los dos clubes más importantes en España hasta llevarlos a una lucha descarnada por su contratación.

Cuando pisó Madrid en 1953 el equipo blanco llevaba 21 temporadas sin ganar una liga. Fue llegar, ver y vencer: con Di Stefano el Real Madrid ganó ocho ligas entre 1953 y 1964 y, más impresionante aún, cinco Copas de Europa consecutivas entre 1956 y 1960, año que culminó con la Intercontinental en las vitrinas del club.

Posiblemente, su punto débil radicó en los Mundiales. Con la selección argentina jugó seis partidos y convirtió seis goles, una estadística impecable, similar a la de su paso por la española, con 28 goles en 31 encuentros. Pero ninguno de esos partidos fue en Mundiales. Cuando pudo brillar, en Chile 62, integró el equipo español, pero no jugó.

«¡Claro que estuve en un Mundial! En Chile. Yo fui uno de los 22, no pude jugar por una lesión de columna, pero entrenaba con los compañeros. Si no hago yo el gol en Gales, España no se clasifica. El Mundial empieza antes, y yo estaba ahí», rebatió enojado la objeción en una entrevista con dpa.

La despedida de Di Stéfano del Real Madrid fue un anticipo de su adiós definitivo al fútbol. Se fue del club blanco con 38 años, 18 títulos, 510 partidos y 418 goles.

Su último club fue el Espanyol de Barcelona, donde estuvo apenas dos temporadas y donde se retiró, el 3 de abril de 1966.

«La gente discute si fue mejor Pelé o Maradona pero para mí Di Stéfano era mejor que Maradona y yo. Era el mejor, mucho más completo. Maradona no hacía goles de cabeza. El único gol de cabeza importante que marcó fue con la mano», dijo nada menos que Pelé, ganador de tres Mundiales con Brasil.

Di Stéfano mantuvo una personalidad fuerte y desafiante tanto a la hora de enfrentarse a sus rivales en el campo como cuando debía pararse delante de un micrófono. Sus palabras nunca pasaban inadvertidas y se salían habitualmente del esquema, tanto como sus habilidades con la pelota junto al pie.

«Meter goles es como hacer el amor: todo el mundo sabe cómo se hace, pero ninguno lo hace como yo», fue una de las frases más recordadas del hispanoargentino.

Pese a haber vivido más de la mitad de su vida en España, Di Stéfano mantuvo una vínculo siempre muy ligado a su Argentina natal: jamás se le quitó el acento argentino y hasta aún de anciano recurría a términos del «lunfardo» (lenguaje vulgar), comúnmente utilizado en las letras de los tangos del país sudamericano.

A medida que su adiós a la actividad deportiva quedaba cada vez más lejos, el exdelantero se encargó una y otra vez de intentar defender la esencia del fútbol ante la imposición inevitable del «show business».

«El fútbol de verdad se acabó cuando entró el primer secador de pelo a un vestuario», dijo Di Stéfano hace unos años.

En su esfera privada, Di Stéfano mantuvo una estabilidad y un perfil bajo invariables hasta el tramo final de su vida. Estuvo casado con Sara Freites, madre de sus seis hijos, hasta la muerte de ésta en 2005. El propio exfutbolista calificó a su cónyuge como «la locomotora del hogar».

Los problemas aparecieron en el 2013, cuando Di Stéfano, con 86 años, intentó casarse con Gina González, una costarricense 50 años menor, y entró en conflicto con sus hijos, quienes impidieron el vínculo legal, aludiendo la incapacidad de su padre para tomar tal decisión en su sano juicio.

Ya en esos últimos años de vida, el exdelantero casi no se mostró en público. En su cargo de presidente de honor del Real Madrid, apenas acompañó las presentaciones oficiales de los mejores jugadores blancos de la última década y casi no tuvo presencia en los medios.

La vida de la «Saeta Rubia» comenzó a esfumarse con un paro cardíaco en la calle Juan Ramón Jiménez, a unos 500 metros del estadio Santiago Bernabéu. La misma casa blanca que vio nacer a la primera leyenda del fútbol estaba cerca para darle su despedida.
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