Hay revuelo por la inmediata juramentación del expresidente de Panamá, Ricardo Martinelli, en el Parlamento Centroamericano, Parlacén, cuando evidentemente ese organismo no ha sido más que un refugio para que la mayoría de expresidentes y exvicepresidentes vayan a encontrar inmunidad por los manejos que, en la mayoría de casos de nuestros países centroamericanos son oscuros y relacionados con corrupción.
Razón la que tuvo el mismo Martinelli cuando dijo en una oportunidad que el Parlacén era una entidad onerosa y señaló al foro regional como una “cueva de ladrones”, calificativo al que le ha dado fuerza que una persona que, como él, ha estado señalado por distintos sectores de su país de haber utilizado malas prácticas en el poder para agrandar su ya fuerte fortuna, se sume para ser uno de sus miembros con, por ejemplo, nuestro expresidente Álvaro Colom.
Bien hicieron los costarricenses en su momento de haberle dicho “No” a la integración de este intento que en el papel parecía de mucha trascendencia, pero que en la práctica llegó a ser nada más y nada menos que una laguna para mantener lagartos y el fuerte en el que la justicia tiene que enfrentar el período de enfriamiento antes de poder procesar a políticos corruptos.
Es evidente que la región centroamericana enfrenta serios problemas y muchas oportunidades que, en conjunto, podrían llevarse a cabo de una mejor manera para proteger los intereses de todos los países. Sin embargo, ni el procedimiento de este ente de manera “legislativa” ni el Sistema de Integración Centroamericana de manera ejecutiva, han sido capaces de empezar los grandes retos que podrían marcar la diferencia.
Por ejemplo, sería muy importante hacer funcionar una plataforma compartida de información criminal, protección de rutas de utilización del crimen organizado transnacional, unión aduanera con énfasis en fortalecimiento tributario, flujo de capitales, proyectos de inversión en pro del desarrollo humano, etc. Pero se ha querido que estos foros se destaquen por la mediocridad y han hecho un gran trabajo para lograrlo.
Guatemala haría bien en renunciar a ser el país sede y hasta miembro de un foro que solo se presta a la polémica, a denuncias de corrupción como el de las adquisiciones para un nuevo edificio y el ser protectores de esos delincuentes que con el título de expresidentes, vienen a ocupar el pleno. Con nuestros oscuros exmandatarios, tenemos suficiente como para seguir recibiendo a ese grupito que debe hacer tertulia para darse baños de pureza con agua de estiércol. Falló el intento, hay que eliminar el Parlacén y buscar un foro nuevo.
Minutero
El Parlacén es el escudo
para todo medio mudo
que destaca por robar
y que sabe medio hablar