Suárez puede unir a Uruguay, pese a sus defectos


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Cerca de la medianoche del jueves, el frío invernal calaba los huesos en las afuera del Aeropuerto Internacional de Carrasco de esta ciudad.

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Por LEONARDO HABERKORN
MONTEVIDEO / Agencia AP

La prensa había anunciado la llegada de Luis Suárez a las siete de la noche y cientos de uruguayos llevaban casi cinco horas esperando la llegada del avión que traía al goleador sancionado por la FIFA.

Envuelta en una bandera de Uruguay, Patricia Mesquita, una estudiante de 26 años, ni pensaba en irse a su casa, a pesar de que no existía hora confirmada para la llegada de ídolo.

«Suárez es lo máximo porque juega por la camiseta, juega con sentimientos», dijo. «Me siento representada por él».

Pasaban los minutos y cada vez había más gente. «Suárez deja todo por Uruguay y por cualquier camiseta que se pone, como demostró el Liverpool. Cuando perdió la liga inglesa, lloró como un niño. Pero por Uruguay deja más todavía», dijo Matías Melgarejo, de 18 años. «Me identifico con él por las ganas que pone. Para nosotros es como Maradona para Argentina».

A esa hora el propio presidente José Mujica estaba en el aeropuerto esperando para recibir con un abrazo al futbolista expulsado del Mundial por la FIFA. Mujica habló esa noche con Diego Maradona, en un programa de la cadena Telesur, y marcó uno de las claves que explican el sentir de los uruguayos que han rodeado a su goleador ante la sorpresa de algunos.

Periodistas, deportistas, políticos coinciden en que se juzgó a Suárez con una severidad que no se ha aplicado a nadie.

«Hemos visto todos los partidos y hay una vara distinta», dijo Mujica en Telesur. «Eso es lo que más indigna y lo que más duele».

Pese a que la sociedad uruguaya está dividida en materia política, los cientos que esperaban afuera del aeropuerto habrían ya suscrito la afirmación del Presidente. Muchos habrían aceptado una suspensión para su ídolo. Pero que lo echaran del Mundial, le impidieran permanecer junto a la selección y le prohibieran ver los partidos, provocó una indignación casi unánime.

«A Suárez lo humillaron con el tamaño de la pena. Si la sanción hubiese sido solo la expulsión del Mundial, la mayoría la hubiese aceptado con dolor, con tristeza. Muy a su pesar hubiese comprendido que Suárez merecía una sanción y la prensa no lo habría objetado», dijo Manuel Esmoris, un especialista en gestión cultural que trabaja en la alcaldía de Montevideo. «Pero cualquier especialista en salud mental opinará que esos cuatro largos meses de castigo, bajo todas las restricciones impuestas, no solo no colaborarán a su mejora emocional, sino todo lo contrario».

Para los uruguayos no fue una humillación cualquiera. Fue en el campo del futbol, su mayor pasión. Para los nativos de este país, el futbol es más que un deporte. En la nación más pequeña de América del Sur, minúsculo en territorio y población comparados con Brasil y Argentina, sus vecinos gigantes, el futbol es motivo de orgullo por sus conquistas continentales y mundiales que desafían la lógica demográfica y económica.

Uruguay fue dos veces campeón olímpico de futbol (1924 y 1928), ganó dos Mundiales (1930 y 1950), el último ganado ante Brasil en el Maracaná, y 15 veces la Copa América, sin contar decenas de triunfos continentales y mundiales de sus clubes Peñarol y Nacional. Hay un aviso en televisión que dice Uruguay, con apenas 3,2 millones de habitantes, es el país «con más gloria per cápita». En el corazón de ese orgullo cayó la sanción de FIFA.

«Hay un toque de patriotismo, nacionalismo y sentido de pertenencia que se vuelca en el futbol y es parte de la pasión que genera», dijo Esmoris. «La porción de la sociedad que puede manejar esa pasión sin desbordarse no es tan grande. Los argentinos no ven la parte oscura, desagradable, tramposa de Maradona».

A eso hay que agregar algo que está en los genes de esta nación: su histórica rebeldía ante los poderes superiores. El prócer nacional, José Artigas, fue un caudillo que se enfrentó a los imperios de España y Portugal, y nunca aceptó las directivas de Buenos Aires una vez que el poder español en la región había desaparecido.

«La idea de ser un país pequeño en un mundo hostil dominado por poderosos nos perturba en muchos sentidos, sobre todo cuando tenemos una autoestima elevada de nuestro desempeño», dijo el politólogo Daniel Chasquetti profesor del Instituto de Ciencia Política. «Es algo que está en nuestro ADN como nación y tiene que ver con el periplo de Artigas».

«No tenemos un espíritu imperial como pueden tener otras grandes naciones, como Brasil y Argentina, ni el deseo de ser tomados en cuenta como les sucede a los países históricamente sumergidos», agregó. «Pensamos que hemos sido un país ejemplar en el pasado y pretendemos seguir siéndolo en el futuro. Reclamamos reconocimiento en este sentido».

Chasquetti alude a las leyes sociales sancionadas a principio del siglo XX (divorcio, derechos laborales) que hicieron de Uruguay un país de avanzada, un título hoy reverdecido con las leyes que durante el actual gobierno habilitaron el matrimonio gay, el aborto y la legalización de la marihuana.

El politólogo sostiene que la FIFA castigó a Suárez sin haber probado que su infracción haya existido. FIFA, entonces, habría ocupado hoy el lugar de los viejos poderes que quisieron imponerse en Uruguay.

En el programa televisivo Mujica le dijo a Maradona, aludiendo a intereses económicos de esa entidad: «tiramos pa*fuera a Italia, tiramos pa*fuera a Inglaterra, ¡ah!, cuánta guita (dinero) se perdió ahí, ¡cuánta guita perdieron!»

La afrenta, además, cayó sobre una selección amada. Cuando la milagrosa cosecha de triunfos del futbol uruguayo parecía haberse secado, la selección dirigida por Oscar Tabárez obtuvo el cuarto puesto en el Mundial de Sudáfrica (2010) y conquistó la Copa América de 2011, con el goleador Suárez como uno de sus abanderados.

«Esta selección reconcilió a la Celeste con esa dimensión de ‘nacionalismo deportivo»’, dijo el historiador y politólogo Gerardo Caetano, que fue futbolista cuando joven. «Es de los pocos nervios nacionalistas de un país de identidades débiles. El futbol ha sido y ha vuelto a ser en esta última década nuestra épica, el lugar de emergencia de algunos de nuestros principales mitos», dijo Caetano. «En Suárez convergen muchas razones: la humildad de sus orígenes, su ascenso progresivo y costoso en el futbol, su ‘explosión’ deportiva en Europa, las particularidades especialísimas de su actuación nada menos que en Inglaterra, sus récords con la Celeste, su forma singularísima de jugar, su capacidad de superar la adversidad».

Una épica malograda por la expulsión de su estrella «Si Uruguay pierde este Mundial, lo que parece lo más previsible más allá de todo hinchismo razonable y de los otros, nadie disipará la duda de que ha sido fruto de una ‘conspiración’ contra la Celeste y su héroe máximo», concluye Caetano. «Y lo que termina de cerrar el círculo es esa sanción inaudita por lo extrema de la FIFA, una institución muy desprestigiada y que se encuentra tal vez en el peor momento desde el punto de vista de su legitimidad».

AMOR Y ODIO

La más reciente polémica por un mordisco de Luis Suárez dejó dos bandos con sus trincheras bien delimitadas: de un lado está Uruguay, donde la mayoría defiende hasta la muerte al talentoso, pero problemático goleador, y en la otra orilla está, prácticamente, el resto del mundo.

Dirigentes, futbolistas y hasta el Presidente de Uruguay cerraron filas en apoyo a la estrella de su selección, investigado por la FIFA por un aparente mordisco a Giorgio Chiellini en un partido por la Copa del Mundo. Los uruguayos insisten que todo se trata de una conspiración de la prensa, especialmente la británica, y de otras partes interesadas en que Suárez se perdiera el resto del torneo.

Diego Lugano, capitán de la selección charrúa, insistió en que la prensa británica tiene una vendetta contra Suárez, criticado fuertemente en Inglaterra desde su famosa mano en los cuartos de final del Mundial de 2010 en Sudáfrica.

«Los medios británicos tienen una persecución con Suárez, lo sabe todo el mundo. La persecución se ve que vende diarios en Inglaterra», consideró Lugano. «Sorprende, y a la vez te llena de orgullo cómo vende la figura de Luis, porque si lo hiciera yo, no pasaba nada».

Valdez insinuó que podrían haber «muchos intereses de por medio» en un castigo a Suárez, el jugador más desequilibrante de la selección charrúa.

Hasta el presidente uruguayo José Mujica salió en defensa del artillero de 27 años, suspendido siete partidos en 2010 en la liga holandesa por morder a un oponente, y de nuevo por 10 fechas en 2013 en la Premier inglesa por la misma ofensa.

«Nosotros (a Suárez) no lo elegimos ni para filósofo, ni para mecánico, ni para tener buenos modales», observó el mandatario. «No le perdonan los defectos que tiene. Yo no vi que haya mordido a nadie. Pero se pegan cada patada, y cada hachazo y se los bancan (aguantan)».

Una de las pocas voces críticas hacia Suárez en Uruguay es la de Alcides Ghiggia, autor de un gol en el famoso Maracanazo del Mundial de 1950.

El ex futbolista de 87 años consideró «que no se pueden hacer esas cosas en una cancha de fútbol». «No sé qué pasará por la cabeza de este muchacho», comentó Ghiggia a la AP.

Aparte de cualquier sanción deportiva, Suárez podría verse afectado económicamente si pierde patrocinadores.

888poker y Adidas, dos de sus patrocinadores, dijeron que evalúan sus relaciones de negocios con el artillero.

«No toleramos este tipo de comportamiento», señaló 888poker en un mensaje en Twitter. La compañía de póker online anunció un pacto con Suárez el mes pasado, luego de una temporada en la que el uruguayo fue el máximo goleador de la Premier con 31 dianas.

Adidas, por su parte, señaló que aguarda «por la investigación completa de la FIFA sobre este asunto, y responderá en el momento apropiado».

Suárez estuvo a punto de perderse el Mundial tras ser operado el 22 de mayo de los meniscos de la rodilla izquierda. El goleador aceleró su recuperación y, aunque se ausentó de la derrota 3-1 ante Costa Rica en el primer partido de la Celeste, volvió para el segundo encuentro y metió un doblete en la victoria 2-1 sobre Inglaterra.