Es alentador ver la reacción de la sociedad guatemalteca ante la crisis humanitaria que viven miles de menores guatemaltecos en su intento por llegar a Estados Unidos y que ha terminado en tragedia, en detenciones, separaciones familiares y desapariciones que, en conjunto, deben significar el peor martirio para un padre de familia.
Y, dentro de tanta angustia, es alentador porque asumimos que esa misma actitud hará ahora que muchos guatemaltecos no se acostumbren a ver nada más al niño como un jornal en el campo al que no le pagan ni el salario completo porque depende de la tarea que logre al trabajar la tierra en compañía de sus hermanos ya que, generalmente, los padres ya han abandonado el país.
Es alentador porque vamos a poder exigir de una vez por todas que el sistema educativo sea adecuado para que esos niños tengan una preparación de calidad que les permita generarse y aprovechar las oportunidades que necesiten para potencializar su forma de vida de manera en la que no soñarían ahora.
Esta actitud en pro del humanismo nos hará entender que no podemos seguir viviendo en el sistema de corrupción y de impunidad al que, como buenos chapines, muchos se han acostumbrado porque es más fácil hacer sin esfuerzo que esforzarse con responsabilidad por hacer los cambios que necesita el país.
Ahora queremos ser juzgadores de los estadounidenses, pero se nos olvida que el sistema guatemalteco es el que ha despreciado, abandonado y aniquilado los sueños de esos menores que tienen que salir en esa caminata de la muerte. ¿Qué tan malo será vivir en Guatemala que menores de edad tienen que arriesgar su vida para buscar una oportunidad?
Bendito Dios que el arranque de humanismo que hay en la sociedad será lo que marcará el futuro del país. No habrá más discusión sobre salario “mínimo”, sino se pactará un salario justo; no más millonadas para la corrupción, sino que fondos para el desarrollo. Estamos viendo que tenemos corazón los guatemaltecos. Ahora solo tratemos de utilizar esa sensibilidad también con quienes están adentro de nuestras fronteras intentando producir, educarse, innovar y desarrollar. Esos jóvenes a quienes tanto se ha descalificado, son esas pequeñas personitas que hoy por hoy nos tienen tan angustiados. No al desprecio y menos al abandono con que hemos dejado un sistema que en lugar de ayudarlos, los condena a la miseria y la injusticia. Ojalá se mantenga el humanismo que ahora por ser fuera de nuestras fronteras, se ha mostrado con unanimidad.
Minutero:
Nuestros niños nos reflejan
nuestra cruda realidad
pues ellos se van y se alejan
de esta cruel calamidad