La Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra, es considerada de muchas formas: como la primera gran catástrofe del siglo XX y el final del mundo tal como se lo conocía hasta entonces.
HANNOVER / Agencia dpa
Los millones de muertos entre 1914 y 1918 marcaron de hecho el fin de una época, y el detonante se produjo el 28 de junio de hace 100 años, con el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono del Imperio Austrohúngaro.
El archiduque murió junto con su mujer en Sarajevo a manos de un extremista serbio. Las grandes potencias del continente se precipitaron entonces en apenas cinco semanas a una guerra marcada por los errores de cálculo, los temores, la incompetencia y la excesiva confianza en sí mismos de sus dirigentes.
Al final, los cuatro años de batallas y masacres cambiaron por completo el orden mundial. Se derrumbaron las monarquías de Alemania, Austria, Rusia y el Imperio Otomano; cambiaron las fronteras en todo el mundo y surgieron nuevos países.
La Gran Guerra fue el caldo de cultivo para el surgimiento de la Unión Soviética y el nacionalsocialismo. Sin ella no habría existido la Segunda Guerra, el Holocausto, el estalinismo o la Guerra Fría. Para el historiador Volker Berghahn fue el comienzo de una época más larga «que cubrió a Europa y a todo el mundo al final con otra orgía de violencia».
En 1914, Austria-Hungría y Alemania se enfrentaron a Francia, Rusia y Reino Unido. Tras el asesinato de Francisco Fernando, Berlín les dio a sus socios austríacos prácticamente un cheque en blanco para atacar a los serbios, sabiendo que eso podía arrastrar a la guerra a sus aliados Rusia y Francia.
«Visto así, los protagonistas de 1914 eran sonámbulos: se movían, pero ciegos; llenos de pesadillas, pero incapaces de reconocer la realidad del horror que desatarían en breve en el mundo», señala el historiador Christopher Clark sobre el período que va desde el 28 de junio hasta que se declaró la guerra en agosto.
El experto Gerd Krumeich coincide en que es «seguro que ninguno de los responsables políticos y militares esperaba que hubiese una guerra tan gigantesca. De lo contrario, se habrían comportado de otra forma durante la crisis de julio».
Con la invasión alemana en la neutral Bélgica fue arrastrado a la guerra también Reino Unido. En 1915 se sumaron a la Entente también Italia -ex aliado de Berlín y Viena- y Estados Unidos. A las potencias centrales se sumaron por su parte el Imperio Otomano y Bulgaria.
En los frentes en Francia, Bélgica, Rusia, en los Balcanes y los Alpes murieron casi nueve millones de soldados, y otros millones sufrieron mutilaciones, daños por el gas venenoso o gravísimos traumas mentales. Murieron también millones de civiles. El bloqueo marítimo de las potencias de la Entente contra Alemania causó más muertes que los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial, señala el historiador Olaf Jessen.
Los militares, que eran en su mayoría partidarios de la guerra, fueron a ella con la mentalidad y tácticas de un siglo atrás. Pensaban que iba a durar poco, los soldados y oficiales estaban mal equipados y muy poco preparados para la nueva tecnología bélica. Las ametralladoras acababan con miles de enemigos en minutos. Por primera vez se usó gas venenoso, las piezas de artillería destrozaban a los seres humanos a gran distancia y hacían volar la tierra y a los muertos por los aires. Y fue la primera contienda con aviones.
En la guerra de trincheras el ser humano es un mero material, y la batalla de Verdún, en 1916, fue el mayor símbolo de ello. Los británicos perdieron en un solo día a casi 60.000 hombres al inicio de la ofensiva de verano de 1916. Los campesinos de Bélgica y el norte de Francia siguen encontrando hoy huesos de soldados de la Primera Guerra Mundial.
La población alemana no estaba entusiasmada con la guerra, pero tampoco hubo gran oposición. Pero los años de grandes pérdidas de vidas, el hambre y el sinsentido de las muertes acabaron hartando a los ciudadanos. Surgió el enfrentamiento entre la izquierda y la derecha que después sería clave para la crisis de la República de Weimar.
Tras la última ofensiva fallida, los comandantes Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff se vieron obligados a reconocer la derrota. En el imperio alemán se produce la revolución, el Kaiser debe abdicar y el 11 de noviembre de 1918 los alemanes firman el armisticio. Medio año más tarde se rubrica el Tratado de Versalles, en el que Alemania reconoce en el artículo 231 ser la única responsable de la guerra y se compromete a entregar territorios y pagar reparaciones. El acuerdo es vivido como una humillación y una imposición.
La propaganda que hacía supuestamente invencible al Ejército alemán hizo que surgiera una corriente de pensamiento -apoyada por personajes como el entonces cabo Adolf Hitler en «Mi Lucha»- que aseguraba que la guerra sólo se había perdido por la revolución contra el Kaiser y no en el frente. Las consecuencias de las reparaciones y de los cambios sociales en una sociedad que había perdido sus referentes abonaron el terreno para el nacionalsocialismo.
También como consecuencia de la Gran Guerra surge el otro gran polo del siglo XX: tras dos revoluciones toman el poder los bolcheviques en Rusia, donde se impone el sistema comunista. El tercer gran polo, el Occidente democrático, se transforma por completo: Reino Unido y Francia pierden peso y surge una nueva potencia mundial, Estados Unidos.
Así, queda asentada la constelación de los futuros conflictos, que durarán hasta la caída del bloque del Este en 1989/90… e incluso más allá.
En el mismo escenario en el que sus compatriotas se mataron unos a otros con ametralladoras, cañones y gases venenosos, los líderes de Gran Bretaña, Alemania y otros estados de la Unión Europea se reunieron esta semana para conmemorar solemnemente el centésimo aniversario de la Primera Guerra Mundial y reafirmar su compromiso por la paz y la colaboración.
«Conmemoraremos los acontecimientos de hace cien años», dijo la canciller federal alemana Angela Merkel en una reunión con líderes democristianos en la ciudad belga de Kortrijk. «Creo que esto nos demuestra nuevamente en qué buenos tiempos vivimos hoy gracias a la existencia de la Unión Europea y a que hemos aprendido las enseñanzas de la historia. Por eso espero que esto nos motive para tomar las decisiones necesarias para el próximo lustro».
En Ypres, líderes de la UE asistieron a una ceremonia en recuerdo de los caídos que se efectúa todas las tardes en la Puerta de Menin, erigida como un monumento en el camino principal por el que soldados británicos y de la Mancomunidad marchaban al frente de guerra, muchos para no volver. Más de medio millón de soldados murieron en los campos de Flandes entre 1914 y 1918.
Las preocupaciones y desacuerdos actuales en Europa no fueron ignorados por los líderes de la UE. En una cena de trabajo, los 28 jefes de estado y de gobierno tienen previsto discutir una «agenda estratégica» para los próximos cinco años. Algunos líderes de la unión han reclamado un cambio de rumbo después del éxito de partidos políticos hostiles a una mayor integración europea en las elecciones de mayo para el Parlamento Europeo.
Los líderes volverán a reunirse el viernes en Bruselas para discutir varias cuestiones acuciantes, incluso posibles sanciones a Rusia por sus acciones en Ucrania y la elección de un nuevo presidente para el brazo ejecutivo de la UE, una cuestión espinosa que ha enfrentado a Gran Bretaña contra Alemania, Francia y varias otras naciones de la unión.
El atentado contra el sucesor al trono austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando de Austria, fue uno de los detonantes de la Primera Guerra Mundial, de la que este año se cumplen cien años. ¿Qué fue lo que llevó a francotirador de Sarajevo a cometer el asesinato?
Gavrilo Princip alegó motivos políticos: «Soy un nacionalista yugoslavo», dijo el estudiante de enseñanza secundaria en su procesamiento por el asesinato del archiduque. «El pueblo es tratado como ganado. La gente del campo es cada vez más pobre, se la ha arruinado totalmente. Y por eso quería vengarme». ¿Pero quién era ese joven de apenas 20 años que con su acto desencadenó hace cien años la conocida después como Primera Guerra Mundial?
El joven nacido el 25 de julio de 1894 en Weiler Gornji Obljaj, en la zona de Bosnia, era un chico enfermizo y su familia pobre de campesinos pensó que no viviría mucho. De los nueve hijos que tuvieron Pepo y Nana Princip, murieron seis. Pero Gavrilo sobrevivió. De niño era tímido e introvertido y su pasión era la lectura.
Su hermano Jovo, que se ganaba la vida como dependiente de comercio y dueño de un aserradero en Hadzici, cerca de Sarajevo, se lo llevó a la capital bosnia cuando tenía 13 años. Gavrilo fue allí a la escuela de comercio y después cursó la educación secundaria.
A comienzos del siglo XX la situación era explosiva en la región: escolares y estudiantes del campo del imperio austro-húngaro soñaban con la independencia y con un nuevo comienzo para los eslavos del sur.
En 1910, el estudiante Bogdad Zerajic intentó perpetrar un atentado contra el gobernador austriaco en Sarajevo, pero al fallar su objetivo acabó disparándose la última bala en la cabeza. Para Princip, que entonces tenía 15 años, fue un evento clave y comenzó a visitar la tumba de Zerajic.
En febrero de 1912 coorganizó una manifestación estudiantil serbocroata en Sarajevo, junto con el posterior premio Nobel de Literatura Ivo Andric. La policía reprimió con violencia la revuelta juvenil y Princip siguió radicalizándose.
Impulsado por los escritos de revolucionarios rusos como Bakunin, Chernyshevsky o Stepniak se prometió un cambio revolucionario «de la propaganda a los hechos». Pensaba que con atentados contra altos cargos austriacos el pueblo se agitaría y movilizaría contra sus opresores para luchar contra las injusticias.
A comienzos de 1912, Princip dejó Sarajevo para continuar su formación en Belgrado. En octubre del mismo año comenzó la primera guerra en los Balcanes. Serbia se preparaba para separar Macedonia y Kosovo -las míticamente declaradas «cunas de la cultura serbia»- del Imperio Otomano y Princip quería alistarse como voluntario en el frente de Kosovo.
Pero el legendario líder miliciano Vojin Tankosic no se lo permitió: «Eres demasiado pequeño y débil». Así, su romántica idea de morir por la patria se vino abajo. Sólo un atentado podía ayudarlo.
A comienzos de 1914, los diarios austriacos anunciaron la visita del archiduque Francisco Fernando de Austria a Sarajevo. Sus amigos enviaron el recorte de periódico a Nedjelko Cabrinovic, un amigo de Princip de Sarajevo que trabajaba como tipógrafo en la imprenta estatal. Cabrinovic mostró la noticia a su amigo y de inmediato planearon juntos el atentado.
De sus planes informaron a otros serbobosnios que luchaban como voluntarios en la guerra de los Balcanes, que a su vez se lo contaron al legendario mayor Tankosic, y éste a su superior, el jefe de los servicios secretos militares Dragutin Dimitriyevic-Apis.
Apis ordenó a Tankosic que apoyara a Princip, Cabrinovic y el resto de implicados, que recibieron armas de fuego, cuatro pistolas Browning y seis granadas de mano. Apis no informó al gobierno serbio.
Durante la visita de la pareja de herederos el 28 de junio de 1914, Princip fue quien mostró más nervios de acero de los atacantes repartidos por toda la ciudad. El convoy pasó junto a Cabrinovic, que falló por poco con sus granadas de mano. El resto de conspiradores dejaron el coche pasar sin hacer nada. Pero Princip llegó al convoy cuando éste giraba por error y tenía que hacerlo muy cerca. Con dos disparos mató al archiduque y a su mujer Sofía.
En el proceso en su contra los jóvenes implicados no pudieron ser condenados a muerte por no ser entonces mayores de edad (entonces ese límite estaba en 20 años). Algunos colaboradores adultos fueron colgados, mientras Princip y Cabrinovic fueron condenados por asesinato y alta tradición a 20 años de cárcel cada uno.
Sin embargo, no sobrevivieron a las inhumanas condiciones en la prisión militar de Theresienstadt, hoy Terezin, en República Checa. Princip murió el 28 de abril de 1918 de tuberculosis en los huesos, medio año antes del final de la contienda que tanto había contribuido a desencadenar.