Desde que Michael Jackson lanzó su videoclip de Thriller en donde aparecen bailando zombis diestros en el pop, surgieron y siguen surgiendo una gran cantidad de películas cada cual más fea que la anterior en donde como en el videoclip de Michael unos 25 zombis ponen patas arriba a los humanos.
Aquí en Guatemala se ha creado algo parecido. Las marchas, protestas, paros, bloqueos y jornadas en general que se asemejan mucho a esas marchas de zombis por varias razones coincidentes.
En primer lugar, los espectros chapines caminan tapando caminos, calles y avenidas en grupos minúsculos que joden a diez mil que vienen atrás y que se dirigen a trabajar en su mayoría. Nuestros zombis no voltean a ver y siguen con pasos vacilantes sin saber a ciencia cierta por qué lo hacen.
Lo segundo es que el frente de estas marchas van los representativos de estos muertos vivientes los más feos pero los más avispados, llámense Lara, Barrios o Acevedo, quienes andan buscando la lámpara de Aladino o la carabina de Ambrosio.
Lo tercero y más relevante es que al menos en las películas los cadáveres buscan comerse con avidez el cerebro de los humanos, quizás porque les hace falta y en la de Jackson pues tienen el fin de entretener y agradar con su música rítmica y propios para nosotros los jóvenes de aquella época en cambio los chapines no saben con exactitud qué buscan y por lo general nunca, pero nunca lo encuentran pues al que se lo piden un señor llamado gobierno es más mañoso que el diablo y experto en mesas de diálogo, hojas de ruta, cronogramas invisibles, promesas que caben hasta en el papel toilette, sin que al final nada se resuelva.
Así como a los artistas les paguen por hacer el papel en el celuloide, así, los “poderes oscuros” les pagan a estos otros unas migajas con almuerzo incluido.
Pero hay una diferencia fundamental. Una película “zombiezca” terina y se paga a los artistas quienes van tranquilamente a su casa bajo la gran cualidad de no joder a nadie, excepto a los que por su gusto quieran ver la película.
Aquí, los obreros, campesinos, amas de casa, sindicalistas de 25 años de ejercicio constante piden puentes con su respectivo río, dos docenas de la carabina de Ambrosio, pasos especiales para los chuchos del vecindario, que la lluvia no sea tan fuerte, que los que tienen pisto les den aunque sea un “poquito” y los que no tienen pues que no.
En conclusión, ante la mirada de los supremos nohacedores de nada de las autoridades vivimos siniestras pesadillas de zombis que friegan a los honestos y que al final no obtienen nada.