Un lugar vacío


Editorial_LH

Durante décadas, el papel del magisterio fue el que representaba, más allá que los intereses de los estudiantes, los de los ciudadanos porque la estructura organizacional con la que trabajaban, una mayor preparación que el promedio del ciudadano común y corriente, su compromiso con las necesidades de la población y su capacidad de ejercer presión, los convertían en actores de mucha trascendencia en la coyuntura nacional.


Sin embargo, con la intención de afectar al gobierno de Alfonso Portillo, se aprovechó la estructura magisterial que encabezaba Moisés Fuentes para beneficiar a la organización partidaria de la Gana y ese mismo monstruo que crearon empresarios de la educación que manipularon en aquel entonces la organización sindical, fue lo que terminó martirizando luego a la ministra Aceña que no pudo controlar la organización de maestros ya con Joviel Acevedo a la cabeza.

  Fuentes recibió de “premio” una candidatura a diputado que no ganó. Pero lo más importante es que era evidente el poder con que contaban para que, ya olvidando los intereses auténticos de la población, pudieran hacer lo que les diera la gana a base de presión.

  Fue allí cuándo los gobiernos prefirieron y siguen prefiriendo hacer pactos colectivos que no tienen cómo pagar, pero que les permiten mantener calladitos al magisterio que pide mejores salarios, pero que ya no es capaz de decir nada de la impunidad, las injusticias, las malas prácticas de la política y la corrupción que no nos deja avanzar.

  Todo esto nos hace pensar ¿quién puede ocupar ese lugar? Aquel que con dignidad ocuparon los miles de maestros que no eran la fuerza electoral de los partidos, sino guatemaltecos de vocación que querían dedicarse a que las futuras generaciones crecieran con principios y preparación.

  El lugar ese, de ser unos vigilantes reales de los intereses de los guatemaltecos a quienes ellos representan desde sus escuelas porque entienden que su rol en la sociedad es fundamental para que en el futuro inmediato, los niños y adolescentes puedan contar con las herramientas del conocimiento para enfrentar la vida.

  Pero también aquellos maestros que son los que hablan con solvencia del bien y el mal porque no han sido los chantajistas que usan la organización para sus propios intereses. ¿Dónde están esos maestros? Creemos y esperamos que la mayoría siga siendo el rostro de la vocación. Pero necesitamos que ese lugar vacío en el que se quiere privilegiar los principios sobre el dinero, sea ocupado por un liderazgo que venga a recuperar los principios de una profesión que por culpa de algunos pierde el aprecio y respeto que se le ha tenido.

   

Minutero
No es que sea misterio
pero qué pasó al magisterio;
cuando se perdió la decencia
dejaron de ser la conciencia