A diario se comenta cómo es que la mayoría de funcionarios desde las administraciones municipales, pasando por diputados, ministros, secretarios hasta los vicepresidentes y presidentes que hemos tenido en el país, vive en un mundo de millonarios que dista mucho de lo que cualquier ciudadano que cumpla con sus responsabilidades y las rutas normales de trabajo pueda imaginar.
Pero lo más preocupante no es sólo que estos personajes se centren en la aspiración de ser millonarios en vez de servidores públicos, sino lo peor es que lo pueden hacer con el máximo descaro del mundo sin que haya una sola entidad del Estado que haga su trabajo para colocar en la cárcel a los ladrones que mantienen al país de rodillas porque el dinero solo alcanza para hacerlos ricos a ellos; no hay institucionalidad y, menos, compromiso con sacar adelante a Guatemala.
¿Para qué tenemos tantas instituciones que no hacen su trabajo? La Fiscal General se manifiesta comprometida con enfrentar las extorsiones, pero no ha dicho nada sobre la necesidad de detener el multimillonario costo de la corrupción. Y no mucho es el cambio de una Contraloría General de Cuentas de la Nación que es buenísima para presentar algunos casitos contra alcaldes que, dicho sea de paso, no son los peces gordos que hacen y deshacen sin responsabilidad necesaria en el manejo de los fondos públicos; la Intendencia de Verificación Especial, (IVE), ¿qué verificará? porque evidentemente su trabajo no lo están haciendo.
Sin el poder de colocar al ladrón en la cárcel, nunca cambiará el país, porque no habrá institucionalidad capaz de echar a andar los programas de Nación que se requieren y porque no habrá presupuesto que aguante con el riflazo que significa mantener a los ambiciosos funcionarios y pagar las facturas a los financistas de campaña.
Cuando en Guatemala se habla de una estructura de impunidad, es en este tema de la corrupción en el que se inicia el problema que tan caro nos sale porque lo pagamos con políticas de Estado que solo afianzan el subdesarrollo y la falta de oportunidades, pero también porque es lo que permite que la falta de institucionalidad no alcance para detener la violencia y hacer que la justicia alcance a todos.
Hay una necesidad de hacer grandes reformas para impulsar la institucionalidad del Estado; pero la más importante es la de reformar las intenciones de quienes nos gobiernan para que no se tolere que los políticos midan su eficiencia en referencia a cuánta más plata logran amasar que sus antecesores.
Minutero:
Atrás de cada paquete
de seguro va el trinquete;
todos roban a lo loco
y se quedan con su moco