Hoy hace 94 años se publicó, por primera vez, La Hora como un medio de comunicación fundado para combatir cualquier forma de tiranía, para promover justicia para los guatemaltecos, en el más amplio sentido del término, y denunciar los abusos en el ejercicio del poder. No es difícil realizar que a casi cien años, como dijo Augusto Monterroso, los dinosaurios todavía están allí y si bien hemos visto notables avances tecnológicos, un impresionante desarrollo de las comunicaciones, las lacras que lastran las posibilidades de desarrollo de nuestro país siguen siendo las mismas porque tenemos sectores de poder extremadamente ambiciosos que no se sacian ni siquiera con el constante y persistente saqueo del país.
ocmarroq@lahora.com.gt
La primera edición de La Hora se imprimió armando las palabras, letra por letra, en el viejo sistema tipográfico que dependía de un “cajista” reconocido por saber exactamente en qué apartado del enorme cajón estaba cada tipo, cada símbolo o cada letra para componer una palabra, una frase y un artículo. Nada que ver con los modernos sistemas que se usan hoy y que permiten difundir en cuestión de segundos la noticia no sólo impresa, sino mediante las redes sociales e Internet que se han convertido en una poderosa herramienta de la comunicación. Los diarios de entonces no publicaban fotos porque la técnica del fotograbado era incipiente en nuestro país y extremadamente cara y lenta. Hoy en día una computadora procesa en milésimas de segundo la más sofisticada imagen a todo color, convirtiéndolos en negro, magenta, cyan y amarillo para permitir su radiante impresión.
Pero así como avanzó la tecnología para difundir ideas, se sofisticó el abuso del poder, la corrupción y el enriquecimiento de quienes maman de la cada vez más escuálida teta del Estado. Antes los presidentes se embolsaban modestas comisiones y su gran fuente de fortuna eran decretos como el que le concedió la pensión a Ubico o los gastos confidenciales instaurados en tiempos de Arévalo, pero con el tiempo esos trinquetes terminaron siendo como prácticas de roba vueltos en comparación con lo que ahora vemos, cuando sofisticados negocios enajenan el patrimonio nacional dejando millonarias mordidas a los que toman las decisiones.
Empezamos el siglo pasado con las famosas concesiones para el ferrocarril, la electricidad, y las extensiones de tierra otorgadas a la frutera. Discurrió el siglo XX en el esfuerzo por recuperar la soberanía del país para evitar los abusos extranjeros, para terminar ese mismo siglo con una nueva oleada de concesiones y privatizaciones en nombre de la modernidad, tal y como se presentaron en tiempos de Estrada Cabrera.
Hace 36 años murió el fundador de La Hora, lamentando que tanto esfuerzo y los años de exilio y sufrimiento que vivió por ser consecuente con sus ideas hayan sido en vano porque ya entonces, en las postrimerías del gobierno de Laugerud se empezaba a ver el poder de los financistas, de los empresarios que se asociaban con los gobernantes para iniciar el saqueo, tímido tal vez entonces, pero que ha llegado a ser brutal.
Hoy veo a una cuarta generación de la familia comprometida con los mismos ideales, dispuestos a las mismas luchas y creo que el esfuerzo de mi abuelo no fue vano. Al contrario, dejó una semilla que no deja de germinar.