Desde el panorama ambientalista, soy del criterio que para alcanzar el desarrollo global del país, no sólo el crecimiento económico de un grupo privilegiado, es necesario el funcionamiento de plantas de generación de energía eléctrica utilizando otras tecnologías que descarten la utilización del petróleo y similares, como hidroeléctricas que no afecten el medio ambiente y que los habitantes de las comunidades adyacentes sean directamente beneficiarios, que tengan legítima y proporcional representación en las empresas, y que no se les despoje arbitrariamente de sus tierras privadas o comunales, además de proteger los recursos naturales, para evitar, asimismo, lamentables confrontaciones que han ocurrido.
Mediante el funcionamiento de hidroeléctricas, sobre todo las pequeñas o medianas, se aprovecha la energía de fuentes hídricas renovables, limpias y casi inagotables, según el tratamiento de que sean objeto y que aún abundan en Guatemala, con lo que se abarataría el costo de energía eléctrica, se contribuiría notablemente al progreso de las comunidades aledañas y se podría eliminar la injerencia de políticos deshonestos y empresarios inescrupulosos coludidos en acciones de corrupción.
Al parecer, esta posición es semejante a la que plantea la Confederación de Cooperativas de Guatemala (Confecoop), cual alternativa entre la incursión de empresas transnacionales en la actividad de generación de energía eléctrica, cuyo propósito radica básicamente en el lucro, y la ineficacia del Estado en el manejo de empresas por sus deficiencias administrativas y la tendencia de funcionarios a la práctica de sobornos que desembocan en la corrupción generalizada.
Según un texto que tengo a la mano, dirigentes de esa organización, que ya expusieron su planteamiento al presidente Pérez, quien habría reaccionado positivamente a la propuesta –aunque podría ocurrir que se retracte– la Confecoop incluye en su estrategia de desarrollo nacional la participación de cooperativas en el subsector eléctrico, mediante 12 federaciones, 906 cooperativas activas, más de un millón 980 mil asociados cooperativistas y presencia en los 22 departamentos que abarca los 338 municipios del país.
Las cooperativas son empresas económicas al servicio de sus asociados, pero se proyectan a las comunidades donde operan y a la colectividad nacional, toda vez que funcionan en casi todos los ámbitos de la economía, como los sectores agrícolas, de consumo, salud, vivienda, pesca, ahorro y crédito, agroindustria, artesanías y servicios especiales.
Las cooperativas son las pioneras en las cadenas productivas rurales de hortalizas, café, cardamomo, te y forestales, así como generan empleo y autoempleo, mediante 280 mil 450 puestos de trabajo formal y cerca de 526 mil empleos temporales, con la activa participación de la mujer y la juventud, de manera que su aportación en el Producto Interno Bruto del país es del 19 % y el 27 % de las exportaciones proviene de las cooperativas.
(El cooperativista Romualdo Tishudo les informa a los/as lectores que mi poemario “Recuerdos del Olvido” ya se encuentra a la venta en Sophos, Artemis Edinter, Librería Marquense y La Casa de Cervantes)