Siempre ha causado gran indignación a mi conciencia ciudadana, el observar la manera cómo las dependencias del Estado, cada día más se ven inundadas con un desfile de retratos de funcionarios públicos, algunos de los cuales verdaderamente constituyen una ofensa a la memoria histórica del pueblo de Guatemala, y en general, de personajes que aún no han pasado por el dedo inexorable de la historia.
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Se ha convertido en práctica, que inmediatamente después de una sucesión o cambio de gobierno, las oficinas públicas de los organismos del Estado, se ven atiborradas con retratos de los gobernantes de turno, en un acto de vil servilismo patentizando así el agradecimiento del funcionario designado a cargo de la institución, por su arbitrario nombramiento que en la mayoría de los casos, ha sido producto de amiguismo o pago de favores. Para colmo de males, también otros órganos de carácter constitucional, como las altas cortes, con sus presidencias rotativas, hoy día están atiborradas de retratos, al extremo que de un momento a otro, ya no cabrán; y en este caso con el agravante de que muchos de esos expresidentes retratados, están ahora nuevamente en pleno ejercicio liberal de la profesión de abogado, litigando ante esas mismas cortes que exhiben sus retratos. ¿Cómo queda parada en esa situación la ya maltrecha independencia e imparcialidad inherente a la función jurisdiccional? ¡El colmo se tan rastrera costumbre es que ahora, hasta los registros públicos andan exhibiendo los retratos de los funcionarios a cargo de los mismos!
Esta aberrante práctica, mucho nos dice de la idiosincrasia de un pueblo, y para remontarnos a sus antecedentes históricos que reflejan esa postura lambiscona hacia el caudillo, la que además es un factor sociológico que en Latinoamérica ha contribuido grandemente al predominio del Poder Ejecutivo y del militarismo en la región, baste recordar algunos sucesos históricos de la patria.
Ya en la Asamblea Constituyente de 1876- cuando varios representantes propusieron la prórroga por cuatro años el período presidencial del General Barrios, cabe recordar el discurso del doctor Lorenzo Montúfar, quien en apoyo a semejante moción, solemnemente afirmaba la existencia de un dilema entre dictar una constitución liberal o una conservadora, y ante semejante disyuntiva, inconcebiblemente proponía: “…Este dilema, sólo puede resolverse con la dictadura: ‘detesto la dictadura perpetua, aunque el dictador sea un héroe… pero acepto la dictadura transitoria como una necesidad. Y si todos los partidos, -concluía Montúfar- rodean y confían en el general Barrios ¿Qué hacemos aquí? Vámonos: demos al general presidente un voto absoluto de confianza por cuatro años y que terminado este período él convoque a los representantes del pueblo para juzgar sus actos, y calificar la manera con que ha desempeñado la misión augusta que la república por nuestro medio le confiere”. Imagínese Usted no más ¡Vaya propuesta!
Ya es tiempo pues, que cese esta actitud rastrera, tan ofensiva a la dignidad ciudadana, así que NO MÁS RETRATOS DE FUNCIONARIOS PÚBLICOS EN LAS DEPENDENCIAS ESTATALES, y para una lección de civismo de la que el Congreso de la República debiera de hacer inmediato acopio con una iniciativa de Ley en tal sentido para poner coto a tan ignominiosa práctica, a continuación transcribo el contenido de un Acuerdo Presidencial de tiempos del Presidente Herrera:
“Palacio del Poder Ejecutivo: Guatemala, 21 de enero de 1921. El Presidente Constitucional de la República, CONSIDERANDO: Que el ejecutivo tiene el deber de impulsar la formación del carácter del ciudadano; que es impropio que en las Oficinas Públicas figuren los retratos de los funcionarios que aún no han tenido el juicio de la historia porque ello puede significar un acto de servilismo en nuestras instituciones republicanas, ACUERDA: 1º Queda prohibido adornar las oficinas administrativas con retratos de funcionarios o exfuncionarios que aún no hayan fallecido. 2º Cualquier Jefe de Oficina Administrativa que contraviniere a lo dispuesto en este Acuerdo, será destituido. Comuníquese. Herrera….”