De los pocos casos de corrupción en nuestro país que han podido documentarse y por los que se ha iniciado proceso penal en contra de unos pocos Alcaldes, está el famoso cobro del Impuesto Único Sobre Inmuebles porque está demostrado que es un trinquete trasladar a una empresa privada la facultad de recolectar impuestos. Pues no obstante esa evidencia abrumadora, ahora la Superintendencia de Administración Tributaria nos anuncia que está negociando con una empresa argentina para que se haga cargo de toda la recaudación de los tributos nacionales, mediante la módica comisión del 30%, por lo menos, dinero que seguramente será repartido entre varios actores a cargo de la toma de decisiones.
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La idea de crear una Administración Tributaria independiente del Ministerio de Finanzas que operaba con su Dirección de Rentas Internas, fue precisamente la de tecnificar la recaudación, hacerla más efectiva y garantizar que aunque los impuestos fueran bajos, se pudieran cobrar eficientemente para combatir la evasión. La creación de la SAT no se hizo con cascaritas de huevo, sino que costó mucha dedicación y también mucho dinero porque se estableció un verdadero monstruo burocrático que pudiera cumplir funciones que le habían quedado ya sobradas a la Dirección de Rentas.
Se buscó personal altamente calificado (y muy bien pagado) para conformar la nueva dependencia y mediante una fuerte erogación se logró en realidad armar un equipo a tono con las circunstancias. Pero los intereses de siempre y la corrupción no quedaron al margen y por ello poco a poco se desplazó a los mejores para colocar a los que se sometían a los poderes fácticos para mantener las facilidades al contrabando y la evasión que son dos mega negocios en nuestro país.
La recaudación va para abajo, pero no porque la economía no permita más, puesto que las remesas que mandan los migrantes mantienen a flote al país y su vigor comercial. Tampoco es simplemente tema de malas estimaciones de los técnicos de finanzas a la hora de formular presupuestos de ingresos, sino de escasa voluntad para actuar en contra de conocidos flagelos. Mientras la SAT destina fuertes recursos a molestar a todos los viajeros que ingresan al país por la vía aérea, sin que encuentren nunca mercadería que merezca el pago de impuestos, las otras aduanas son una coladera en la que pasan furgones como si fueran alfileres y sólo el contrabando se convierte en uno de los más lucrativos rubros del crimen organizado.
A las redes de contrabando les hacen los mandados hasta los soldados que participaron en la última intervención, no digamos lo que pueda hacer una empresa de argentinos que venga a querer cobrar lo que no se paga en aforos aduanales. El problema no es de quién está a cargo de la recaudación, sino de la voluntad para recaudar y terminar con los vicios existentes y eso no se va a componer con una empresa que, así como pagará su cuota de mordida para lograr el contrato, también recibirá lo correspondiente cuando haya que ponerse de acuerdo con los contrabandistas.
Si con el IUSI se arman los alcaldes privatizando su cobro, ¿con cuánto se armarán los que privaticen el cobro de los impuestos?