Quien ha sufrido la experiencia de haber perdido a un ser querido sabe bien que el dolor de su partida es íntimo y muy propio, pero sin duda necesitamos del apoyo, del aliento y de los buenos consejos de quienes nos rodean. De ahí que para muchos estudiosos del dolor humano, la muerte se presenta como una experiencia de vida. Es cuando brotan los recuerdos, cuando revivimos los momentos gratos que pasamos juntos y cuando surge de lo más profundo del ser el agradecimiento.
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Ello me llevó a escribir estas líneas, porque aunque muchas veces se lo dijimos en vida, no está de más repetirlo para que recordemos siempre el aprecio que despertó entre sus amigos.
Aunque de mayor edad que la mía para el Doctor Castillo no existía la cantidad de años de diferencia mientras hubiera respeto mutuo, comprensión y sinceridad sobre todas las cosas, porque siempre insistía en reconocer que todo ello sirve de sólidos cimientos para la desinteresada amistad. Pertenecimos al mismo club de servicio, en donde me mostró el camino para servir a la comunidad sin esperar nada a cambio. Solo eso le bastaba, la simple satisfacción de ser útil a otros en el ejercicio de una profesión u oficio. Su actitud y comportamiento frente a la vida denotaba el espíritu ideal que motivaba su liderazgo. Sin ningún esfuerzo siempre fue él y nadie más que él. A lo mejor por ello, gustaba de invitarnos para sentarnos a su mesa hogareña para compartir los sagrados alimentos, como para mostrarnos su gran espíritu de vida.
Para conocerlo bien qué mejor que leer su libro: “Genio y Figura…” En la sola frase del titular tan conocida por todos simboliza su característica de transformarse para muchos en un personaje inolvidable, al médico y cirujano entregado a su profesión y a su juramento hipocrático, al buen padre, al idealista, al empresario, al nato servidor de su comunidad, al feliz golfista, al amigo, al buen hombre en todo el sentido de la palabra, siempre dispuesto a tender la mano de quien la necesitara. Así fue como se describió a sí mismo: “Durante mi carrera como médico por más de 60 años, cada uno de los casos que me tocó vivir de alguna manera alimentaron mi espíritu y mi alma. Debo dar gracias a la vida por la oportunidad que me dio de servir al prójimo. Cada uno de estos casos, unos difíciles, otros fáciles, unos divertidos y otros tristes… cada uno, me dio riqueza del alma y veo al final de mi peregrinaje que no fue una vida vana. Por eso doy gracias al Creador!!”. Descansa en paz querido Quique.