El pasado lunes 9 de junio se cumplieron 40 años del fallecimiento en Madrid, España, del laureado escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias Rosales, quien después de dedicar gran parte de su vida a la cultura universal, hizo vibrar el nombre de Guatemala por todo el mundo, al obtener en 1965 el Premio Lenín de la Paz de la Unión Soviética, y el Premio Nobel de Literatura en 1967. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio de Pére Lachaise de la ciudad de París.
En Guatemala, Asturias es recordado como uno de los escritores más significativos de las letras americanas, un gran maestro de la narrativa, y un luchador incansable para el derrocamiento de las tiranías. Su creación más famosa es sin duda, El Señor Presidente, en la que retrata la dictadura de los veintidós años del Presidente Manuel Estrada Cabrera.
En los primeros días del mes de diciembre de 1969, tuve el privilegio de entrevistarlo en la sede de la Embajada de Guatemala en París. En esa ocasión me acompañó el doctor Oswaldo Luis Mazariegos Solís, guatemalteco que en ese tiempo realizaba estudios de posgrado en el campo de la medicina en la ciudad luz. Él me ayudó a establecer el contacto con nuestro Premio Nobel. En la actualidad, el doctor Mazariegos, es uno de los psiquiatras de mayor reputación en Europa.
El día de la entrevista estaba nevando en París. Los Campos Elíseos, el Jardín de las Tulllerías, la Plaza de la Concorde, Notre Dame, Champ de Mars, el Boulevard de Courcelles, madrugadoramente estaban recibiendo el brochazo blanco de la nieve. Por eso, Miguel Ángel Asturias comentó: “el panorama es francamente alucinante y digno de contemplación”.
Uno de los aspectos que más me impresionó de Miguel Ángel Asturias Rosales, fue su sencillez y su gran cordialidad. Cuando le pregunté sobre lo que pensaba de los numerosos homenajes que se le brindaban en todas partes, respondió: “Yo siempre quisiera que se hablara no de homenajes a mi persona, pues soy franco enemigo del culto a la personalidad, sino homenajes a mi obra, homenaje a mis personajes. Yo quisiera tal vez homenaje también a El Señor Presidente, que me ha valido tantos elogios, y a mis “Hombres de Maíz”, a todos los personajes que como usted ha dicho muy bien, circulan en el mundo”.