“Diáspora” es conocida como la dispersión de grupos étnicos o religiosos que abandonan su lugar de procedencia originaria y se encuentran repartidos por el mundo. Así definen los diccionarios más comunes a ese doloroso proceso de salida del sistema social en donde se nace.
La región norte mesoamericana se ha convertido en la más poblada de los procesos actuales de salida en el orbe, por causas más que todo económicas; vinculadas al mundo del trabajo, por eso me suena insultante que potentados funcionarios de las altas finanzas se vanaglorien de la creciente dinámica de las remesas que, no importando quién las genera vienen a alimentar las reservas monetarias internacionales y a mantener artificialmente bajo el tipo de cambio, afectando de paso a las exportaciones de bienes y servicios del país.
En realidad debiera emitirse un llamado al orden hacia esa falta de tacto de todos aquellos sentados en altas poltronas, que aplaudan una pretendida y falsa estabilidad macroeconómica, que se sustenta en un fallido modelo liberalizador, que tiene hoy como resultado tácito la expulsión de crecientes cantidades de gente del suelo patrio, simplemente porque se carece de visión para el largo plazo, a efecto de articular medidas para relanzar el proceso de desarrollo económico y social.
Me revienta entonces que se afame nuestra pretendida estabilidad a costa de inhumano proceso de políticas económicas que tiene su afectación más sufrida en los altos contingentes de niños y jóvenes guatemaltecos que son lanzados hacia la aventura de la diáspora chapina, simplemente por carecer de oportunidades en el suelo que los vio nacer.
Y hoy las noticias publican, por ejemplo, el drama que se vive en la base naval de Port Hueneme, al noroeste de Los Ángeles, que alberga a más de 500 niños centroamericanos que han cruzado la frontera sin la compañía de ningún adulto a su lado; es decir niños que deambulan por los áridos desiertos aledaños a Tijuana y San Diego, sin más compañía que su férrea voluntad de buscar un destino más digno para su incierta existencia.
Según lo han anunciado las autoridades del albergue temporal, muy bien custodiado por cierto, los menores serán alojados entre tres y cuatro meses, mientras se localiza a sus padres o familiares en los Estados Unidos, que se hagan responsables de su cuidado.
Los países centroamericanos más afectados son Guatemala, Honduras y Nicaragua, y las cifras son alarmantes, e invisibles en la prensa, que se preocupa más por las reelecciones presidenciales, las comisiones de postulación y todos los devaneos “democráticos” de la lucha de chances públicos que agobia y tiene secuestrada a la sociedad guatemalteca.
Los conteos arriban a una cifra de 47 mil menores que están bajo el control de las autoridades a lo largo de la vasta frontera del coloso del norte, mientras que se calcula que la cifra de menores detenidos para 2014 estará alrededor de los 60 mil, un incremento diez veces mayor al número de 2011.
Muchas cosas debieran hacerse al respecto, pero por el momento yo hago una súplica expresa: por favor flamante presidente Edgar Barquín, del también flamante banco central: deje de aplaudir la andanada de remesas, que se reciben mes con mes, tan sólo por el respeto que se merece este drama social.