En el mundo habitan un estimado de siete millardos de personas, mismas que lógicamente a diario demandan cantidades considerablemente altas de alimentos. Existe diversidad en la demanda, porque la misma oscila desde los gustos más exigentes hasta las preferencias más simples, determinado por la capacidad adquisitiva que posea cada mercado específico.
La complejidad de alimentar a la población mundial cada día aumenta, porque los recursos son constantes en ciertas situaciones –como por ejemplo las extensiones de tierra de vocación agrícola–, y en otros casos están en proceso de disminución en comparación del crecimiento del número de habitantes. Para elevar los niveles de productividad se ha recurrido a prácticas asociadas a la ciencia moderna, porque se pretende elevar la cantidad de alimentos ofertada usando la misma cantidad de recursos, es por lo mismo que se han generado un sinfín de debates, girando todos estos en torno a las externalidades que producen las actuales prácticas.
La agroindustria se refiere a un sector demasiado amplio, pero en esta oportunidad la presente columna sólo se referirá superficialmente a la producción de alimentos, puesto que, las exigencias de la demanda actual ocasionan que cada día sean más intensivas estas prácticas, en donde se hará un pequeño énfasis en los procesos que no necesariamente son los más sanos para la producción de alimentos. Es en estos procesos donde se aplican gran variedad de químicos perjudiciales para la buena salud del consumidor, porque aunque pareciera que se ha mejorado la calidad de la producción, también esta mejora de los rendimientos se ha hecho acompañar de la elevación de los niveles tóxicos en los mismos alimentos.
La amenaza de plagas y malezas hace que en la actualidad sea impensable producir con ausencia de pesticidas o plaguicidas, a eso debe agregársele que con el pasar del tiempo las plagas se han hecho más resistentes a estas substancias aplicadas, y en ciertos casos los químicos existentes se hacen insuficientes ante estas amenazas a la producción. Es por esto que reconocidas universidades, institutos de investigación y científicos, dedican incansables jornadas de investigación para lograr descifrar nuevas formas de pesticidas. Sin embargo, estas investigaciones de nuevos plaguicidas no son aisladas, porque también se acompañan de la modificación de la genética de los organismos, que es popularmente conocido como alimentos transgénicos. La contraparte está marcada por los costos sociales que representa este tipo de producción, en donde las comunidades que colindan con estas extensiones de tierra dedicadas a la producción intensiva de alimentos, están siendo exterminadas lentamente por toda la contaminación que generan estas poderosas industrias.
Las externalidades positivas de la agroindustria actual dedicada a la producción alimenticia, se basan en que abastece de alimentos a una población mundial –específicamente a la que tiene capacidad adquisitiva– que crece día con día, porque de lo contrario sería casi imposible lograr alimentar a toda esta demanda creciente. Entre las externalidades negativas pueden encontrarse que, los alimentos cada día poseen mayor cantidad de tóxicos, mismos que son casi imposibles de eliminarlos antes de su consumo; por otra parte, pero en la misma línea, afectan seriamente la salud de los centros poblados, que prácticamente se han convertido en pequeñas islas, rodeados de un mar de tierras dedicadas a la producción monocultivista intensiva.