Orhan Pamuk: El libro negro (LXV – Último)


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“Después de haber escogido un tema, no podrás encontrar el aforismo que lo corone, busca un tema adecuado que vaya debajo de la corona después de haber encontrado el aforismo.”

Leer, pasar la vista por signos escritos o impresos para entender su significado mediante – – sería el caso – – momentáneos pero inevitables y provechosos alejamientos o rupturas no traumáticas con el espíritu del texto, o sea de la mano con otros sueños apenas en algún lugar estampados y con la cicatriz que en algún instante, ese, deja el cojear de la memoria.

René Leiva


¿Leer y no aprovechar los blancos entre renglones, esos otros horizontes, para abrir nuevos surcos paralelos al tiempo de los relojes?

¿Di-vagación/di-versión? El andar sin rumbo fijo, di-luyente y di-lucidante, hasta encontrar las otras formas ocultas de lo mismo…

Es sabido pero con porfía olvidado y no siempre admitido que el libro, casi todo libro, es vástago y a la vez raíz y rama de otros libros, mucho más allá, por supuesto, de la encuadernación, formato, edición, impresión, etcétera, y de cuantos estilos, procedimientos y excentricidades el autor utilice en la material operación o ejercicio de su sensibilidad.

Estas anotaciones no son el otro lado, único, de El libro negro sino un lado posible, entre otros probables; un lado cualquiera encontrado… Un poco de luz opaca para lo escondido. Una sombra crepuscular del propio texto, más inventada que explicada, más imaginada que interpretada, más soñada que descubierta…

Anotaciones de explorador en las tierras raras del libro (raras pero no exóticas ni mucho menos ajenas). Explorador que bautiza y comulga con lo que encuentra: el hijo huérfano de nacimiento, la esposa viuda de matrimonio…

(¿No es raro que los seres extraños tengan entrañas? ¿No es raro que lo extraño, sin extinguirse, termine por ser entrañable? ¿No es raro que para extrañar algo, cualquier cosa, se necesite tener entrañas? ¿No es raro mostrar las entrañas ante extraños? ¿No es raro sentirse extraño en una ciudad entrañable?)

Estas acotaciones inconexas, engarces intrusos – – casi un libro, otro libro, dijérase – – estaban, estuvieron todo el tiempo contenidos en El libro negro, consustanciales a él, como el oxígeno al agua o el reflejo al espejo, y solo hacía falta, ¿falta?, un divagador divagante que les anduviera diferente camino, a veces paralelo… Es claro, o no tanto, que los libros tienen más de una vida secreta, sea cerrada o abierta…

Entonces, hacer la obra pero no afanarse por sus frutos, como advierte el Bagavad Ghita.

“El cuento, no el cuentista”, ¿eh, Pamuk? Orhan.
“Porque nada puede ser tan sorprendente como la vida. Excepto la escritura. Excepto la escritura. Sí, por supuesto, excepto la escritura, el único consuelo.”
(Ajá, Último. No el final.)