Justicia que alegra y que ofende


Editorial_LH

Han sido pocas las semanas que transcurrieron desde la sentencia en contra del expresidente Alfonso Portillo en Estados Unidos que hizo que los sectores más conservadores del país se alegraran de la intervención de una corte extranjera para castigar a quien, sin ser el único presidente corrupto, se declaró culpable de recibir un soborno de Taiwán.


Esos mismos sectores son los que están ahora lamentando y rasgándose las vestiduras por la intervención de las autoridades judiciales en Suiza durante el proceso contra Erwin Sperisen por la ejecución de reos en el penal de Pavón y entre reacciones y opiniones parece que la moraleja es que cada guatemalteco entienda que matar, matar y matar son las tres soluciones necesarias para terminar con la violencia y la falta de justicia.
 
Las justificaciones hacia las ejecuciones extrajudiciales se deben a la falta de un sistema eficiente que garantice que los criminales serán juzgados y tendrán que pagar penas, en lugar de burlarse en la cara de los guatemaltecos.  Lamentablemente, al decidir que hay que terminar con los “malos”, inmediatamente las autoridades pasan a formar parte de esa masa de asesinos que están profundizando la cultura de la muerte en el país.
 
Seguramente quienes están siendo juzgados ahora se sintieron amparados por la impunidad porque creyeron que no habría forma de ser acusados de hechos que, parecía, habían planificado a la perfección.  Sin embargo, también queda claro ahora que la justicia que a algunos alegra y a los otros ofende, puede llegar a ser, con un poco de interés y determinación, el patrón para regir en un Estado al que le urge que se asuman responsabilidades.
 
El tema del caso Pavón no puede ser la alegría de algunos y la cólera de otros. Este caso debe ser un triste desenlace de lo que somos como sociedad porque hemos permitido llegar a un punto en que vemos legítimo discutir si ejecutar es o no la forma correcta; porque no nos hemos dado cuenta que solo linchamos al corrupto que no es de “alcurnia”; porque estamos exigiendo a todo el mundo que nos deje ser como salvajes viviendo entre sangre porque “no nos entienden cómo somos”.
 
Más que alegrarnos u ofendernos porque impere la justicia, deberíamos todos sentirnos ampliamente condolidos con lo que hemos permitido que sea nuestra sociedad y que ese mismo sentimiento nos impulse a, una vez por todas, empezar a actuar con base en los principios básicos de la responsabilidad, decencia e integridad para demostrar que no es exitoso el corrupto o el ladrón. No es ni alegría ni ofensa; esto una tragedia.
   
Minutero:
Después que tomaron Pavón
siguió la misma corrupción; 
los polvos de aquellos lodos 
siguieron de todos modos