En Guatemala la administración política se ha caracterizado por recibir el ejercicio del poder sin contar con la planificación y los perfiles para ejecutar la función durante los cuatro años del período correspondiente y, por ello, es que vemos que llegan y se van sin novedades en el frente los ministros de Estado.
Cada asignación para la integración del Gabinete es la entrega de una cartera a individuos en los que el Presidente confía que podrán usar sus conocimientos y su criterio para dirigirla de la mejor manera. Sin embargo, sus decisiones no se tienen que acoplar o empatar con el plan de gobierno con el que se rige el ejercicio gubernamental, porque simplemente no existe.
Con el caso de la ministra de Finanzas, María Castro, vemos que en varias oportunidades hubo posturas distintas entre ella y otros miembros del gobierno sobre el manejo financiero del Estado y las fuentes de financiamiento para el presupuesto que terminaban casi siempre siendo nutridas a préstamos para sanear con deuda el vacío de la recaudación.
Pero lo que sucede en realidad es que no se tiene una idea clara de qué y cómo actuar en el ejercicio de los puestos. No es exclusivo de este gobierno, pero sí es un problema permanente el hecho de tener que buscar a funcionarios que por su prestigio o confianza con los mandatarios asumen los destinos de los ministerios sin que exista compromiso alguno con la aplicación de políticas de desarrollo o seguimiento de líneas específicas.
Y la razón para esto es que no existe un plan que sea la guía a seguir en los cuatro años que dura un mandato. Una evaluación fría y evidente sobre los presidentes que han sido electos, nos deja con la sensación de que nos han engañado permanentemente porque no cuentan ni con el conocimiento de la situación del país y, menos, con el equipo para hacerle frente a los grandes retos que implica gobernar Guatemala.
Mientras muchos funcionarios se ganan la lotería al recibir los puestos, otros tienen que andar jugando a los bomberos para apagar fuegos y ese permanente desorden impide que se pueda aplicar una política coherente que sirva de plataforma para la construcción de una nación con condiciones dignas a nivel social.
La falta de un plan que marque los lineamientos básicos del ejercicio público y que presente los perfiles de quienes tienen que ejecutarlos, nos limita las esperanzas de encontrar salida a los problemas que enfrentamos.
Minutero
Integrar el Gabinete
es tarea fundamental
que el poder presidencial
siempre se toma a juguete