Si nos atenemos a la forma en que los ciudadanos se comportan a la hora de elegir a sus autoridades locales, tendríamos que suponer que los guatemaltecos estamos mucho más que satisfechos con el desempeño de casi todos los Alcaldes, quienes sin mayor esfuerzo se reeligen una y otra vez, aunque cambien de partido político, en lo que sería una muestra de que los electores no tienen motivo de queja o desencanto con sus gobiernos municipales. Desde que se autorizó la reelección indefinida de los Alcaldes, son muchísimos los que se han logrado mantener en el puesto derrotando a cualquier candidato opositor que surja en el camino.
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En teoría, el ciudadano reelige a la autoridad que se lo merece, que ha hecho de su mandato un instrumento para propiciar el bien común, el desarrollo y la seguridad de los habitantes de su jurisdicción. Entonces, vista la cantidad de gente que vota para reelegir no sólo a sus Alcaldes, sino también a sus diputados, tendríamos que rendirnos ante la evidencia de que Guatemala va por el mejor camino posible y que su gente está absolutamente contenta con lo que hacen aquellos políticos en quienes deposita su confianza.
Los que consideramos que el país y el modelo político no caminan adecuadamente debemos estar totalmente equivocados porque la abrumadora mayoría de la población no sólo asiste a las urnas confiando en el sistema, sino que lo hace para ratificar a las autoridades que están en ejercicio.
Algunos consideran que ello ha sido posible por el uso clientelar que se hace de millonarios recursos a disposición de las municipalidades desde que se aprobó al aporte constitucional. Los Alcaldes tienen recursos y dinero para gastarlo sin pensar mucho en los temas de desarrollo, sino únicamente en proyectos que tienen efecto en los grupos organizados que pueden movilizar a los vecinos en el día de las elecciones. Por ello es que los tránsfugas son tan apreciados cuando se acercan las fechas de los comicios, puesto que se les valora esa capacidad de movilización que tienen y que arranca desde los mismos comités de barrio o en las aldeas cuyos representantes tienen la responsabilidad y obligación de asegurar que la gente vaya a emitir su sufragio por el Alcalde y por el partido para el que trabaja en esa elección, mismo que generalmente abandonan para la siguiente.
La reflexión sale a cuento porque si con los Alcaldes las reelecciones se han vuelto un vicio por la forma mañosa en que se usan los recursos públicos para mantenerse mediante el clientelismo electoral, qué se podría esperar del día en que en Guatemala se permitiera la reelección de los gobernantes. Si los pueblos no se pueden librar de Alcaldes ineficientes que no impulsan obras verdaderamente importantes para el desarrollo de sus pueblos, cómo jocotes se espera que los mismos electores adopten actitudes más serias y racionales a la hora de una elección presidencial.
Medrano y compañía, incluyendo a Arzú y su tropa, serían una babucha al lado de un presidente que maneje todos los recursos del Estado con mentalidad demagógica y clientelar para eternizarse en el poder.