“El sabio puede cambiar de opinión. El necio nunca.” E. Kant.
Señor Presidente, se votó para un período de cuatro años, ¡no de seis! El pueblo estuvo de acuerdo en CUATRO, no en seis. No hay forma de justificar lo injustificable. Pretender a medio gobierno cambiar los términos, no es de gente cabal. O sea, influir desde el poder para alargar el período, -al margen del incumplido y cuestionado gobierno que ha resultado ser-, tampoco es coherente ni legal.
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Resultaría una tremenda muestra de inmadurez política por no decir una desvergüenza, continuar con tales propósitos, pero, además, un riesgo sin precedentes en lo que llevamos del “nuevo intento democrático”. Ojalá, señor Presidente, que no haya sido ese su propósito y si así hubiera sido, ojalá se retracte por el bien del país. Ese tipo de “inquietudes” podrían llegarse a considerar, sólo en caso de un multitudinario clamor popular, pues después de todo es la voluntad popular la que manda en la democracia. Pero nada en la actual administración provocará ni la sombra de eso. El solo hecho de sugerir algo así, -venga la ponencia de donde venga-, siembra más sospechas sobre el ya muy decadente sistema político y de sus aún más desprestigiados protagonistas, que como ya todos sabemos, se manejan al son del soborno, del miedo y de la presión… Diferente sería, -al margen de las prohibiciones respectivas-, que pretendiera la reelección, que es también parte del verdadero derecho democrático: ¡Libertad no sólo de elegir, sino a ser electo sin limitaciones ni imposiciones absurdas de nadie! ¡Claro!, ¡no tendría oportunidad alguna de repetir!
“Jugaditas astutas” como esa, son las que nos han hundido en la mediocridad y en la inconsciencia política y parecen confirmar que implementar una verdadera democracia en este país, es gracias a ustedes, aun imposible.
Pero, por otra parte, están también las mencionadas y absurdas “prohibiciones” a reelegir. Si lo que se busca es aumentar el cada vez mayor ausentismo electoral y mayor animadversión popular contra la política y a los políticos, apoyemos el potingue político-constitucional producto de los “no reformables” y retrógrados artículos. Tengamos presente, eso sí, que para actuar democráticamente, “prohibir” no es el verbo a conjugar y sólo calentará más los ánimos, -sin que se pueda evitar a la postre-, que paremos eligiendo a quien nos dé la regalada gana, haya sido o no Presidente de la República.
¡Tales artículos “prohibicionistas” son inmaduros y dañinos! ¿Por cuánto tiempo más considerarán los miembros de la C.C. y sus deidades los exconstitucionalistas que serán “irreformables” tales prohibiciones antidemocráticas? ¿40, 60, 100, 200 años? ¿O será por los siglos de los siglos, ¡oh! potestades del Olimpo? ¿Cuándo nos consultaron si estábamos de acuerdo con tales limitaciones? ¿Existe acaso y al menos, algún “Proyecto de Nación” o “Política de Estado” cuyo cumplimiento vital se garantiza con semejantes “prohibiciones”? ¿O solamente es para garantizar que la “guayaba” se la turnen todos los “mal-partidos” a los que algunos aún siguen vinculados?
Ya lo señalamos anteriormente: No tiene ningún sustento lógico “prohibir” la reelección. Como señalamos ya anteriormente también, en ese caso el candidato oficial también tendría que “prohibirse” porque indiscutiblemente goza del favor del poder de turno, y en su beneficio se manipulará el resultado fraudulentamente y se utilizarán además fondos del estado para financiar la campaña del “delfín”. Después a algún “listo” se le va a ocurrir que también “prohíban” al candidato del partido que en algún momento hizo coalición o alianza con el partido oficial… ¿Ven? ¡Es simplemente ridículo!
Asumamos una actitud un poco más razonable; ¡es el futuro de la Patria el que está en juego!
Por otro lado, debemos aceptar, nos guste o no, que no abundan precisamente, candidatos mínimamente aceptables para la Presidencia de la República, por lo que eliminar tales “aberraciones prohibitivas”, abriría las puertas a potenciales y aceptables candidatos como Álvaro Arzú, Vinicio Cerezo y algún otro, que ya cuentan con harta experiencia y poseen un considerable apoyo popular e internacional. También están los casos de Sandra Torres y Zury Ríos, sobre las que también pesaron en su momento y siguen pesando, otras constitucionales “prohibiciones”, que no sólo limitan al candidato sino a todos nosotros.
Se debe tener presente también, que una segunda administración podría ser, -con objetivos medibles y preestablecidos-, mucho más constructiva y progresista que las que son capaces de ofrecer los presidentes primerizos, de los que ya estamos, verdaderamente ¡hartos!